El gran halcón (1991)

“El Gran Halcón” (1976), dirigida por Alan Parker, no es simplemente un thriller de acción, sino una meditación sobre la redención y la naturaleza de la moralidad. La película, basada en la novela de Dashiell Hammett, se erige como un estudio de personajes fascinante y un espectáculo visualmente rico que, a pesar de algunos excesos estilísticos, merece la pena ser contemplada. Parker logra crear una atmósfera densa y particular, que se beneficia enormemente de la fotografía de Gordon Willis, quien utiliza la luz y la sombra para construir un mundo sórdido y opresivo. El uso del claroscuro es magistral, casi teatral, y contribuye de manera significativa a la sensación de peligro latente que impregna cada escena.

La película se centra en Eddie Hawkins, interpretado con una elegancia nerviosa por Harrison Ford. Ford ofrece una actuación sutil y precisa, que equilibra perfectamente la ambigüedad moral del personaje. Hawkins es un hombre marcado por su pasado criminal, pero anhela desesperadamente escapar de su vida anterior. Su conflicto interno, entre su deseo de honestidad y su habilidad para el robo, es lo que hace que el personaje sea tan cautivador. La película explora la idea de que la redención es un proceso complejo y lleno de obstáculos. No es un camino lineal hacia la pureza, sino un constante tira y afloja entre el bien y el mal.

La dirección de Parker es audaz y experimental. Emplea técnicas cinematográficas innovadoras para la época, como la utilización de la perspectiva forzada y la fotografía en color, que, aunque a veces puede resultar un tanto estridente, añade una capa de realismo al mundo en el que se mueve el personaje. La banda sonora, compuesta por John Williams, es, como suele ser habitual en su trabajo, impecable, realzando las emociones y creando una atmósfera inquietante y melancólica. Las secuencias de acción, aunque no tan frecuentes como en otras películas del género, están coreografiadas con una maestría que las hace efectivas y memorables. La persecución en los muelles es particularmente impresionante, tanto en su ejecución técnica como en su diseño visual.

Sin embargo, el guion, adaptado de la novela de Hammett, presenta algunas inconsistencias y momentos de excesiva melodrama. El personaje de Billy Mayflower, interpretado por James Fox, es un villano caricaturesco que carece de la profundidad y complejidad necesarias para ser verdaderamente amenazante. Además, el ritmo de la película a veces se ralentiza innecesariamente, especialmente en la primera mitad, lo que puede resultar un poco frustrante para el espectador. No obstante, la dirección y las actuaciones compensan en gran medida estas deficiencias. La película explora la ética de la venganza y la justicia, plantando preguntas importantes sobre la moralidad personal y las consecuencias de nuestras acciones. El final, aunque abierto a la interpretación, es satisfactorio y refleja la ambigüedad moral del protagonista.

Nota: 7.5/10