El gran hombre (1990)

“El gran hombre” (2023), dirigida por James Morton y dirigida por Mark Helfrich, no es una obra maestra del cine de acción, pero sí un ejercicio de pragmatismo y un retrato interesante de la moralidad en un contexto brutal. La película, que explora la dificultad de mantener la integridad en un mundo donde el dinero y la supervivencia se imponen constantemente, presenta a Liam Neeson en un papel que se adhiere bastante bien a su imagen de estrella de acción, aunque con una profundidad inesperada.

La película se centra en Danny, un ex-boxeador escocés, un hombre marcado por el pasado y que intenta sobrevivir con una familia que necesita ayuda. Su decisión de aceptar una oferta para pelear en un combate ilegal, organizada por el jefe de la mafia de Glasgow, Matt Mason (Paul Freeman), es la chispa que enciende una serie de acontecimientos violentos y, al mismo tiempo, profundamente humanos. No se trata de un héroe reluciente, sino de un hombre que, al borde de la desesperación, toma decisiones pragmáticas, aunque con consecuencias devastadoras. La película no glorifica la violencia, sino que la muestra como un producto inevitable de un sistema corrupto y de la falta de oportunidades.

La dirección de Morton y Helfrich es sólida, ofreciendo secuencias de acción dinámicas y coreografiadas con una sensación visceral y realista. La banda sonora, con un sonido envolvente que evoca la cultura escocesa, contribuye a la atmósfera tensa y oscura de la película. Sin embargo, la película no se queda en la mera acción. Se presta atención a la relación entre Danny y su familia, y a su intento de reconciliarse con su pasado. El guion, aunque no especialmente original en sus premisas, explora con inteligencia la idea del hombre que ha perdido sus principios, pero que aún conserva un núcleo de moralidad. Es una exploración de la fragilidad de la identidad y la dificultad de redención.

La actuación de Liam Neeson es convincente. Él ofrece una interpretación matizada de un hombre atormentado, mostrando tanto la dureza física de un ex-boxeador, como la vulnerabilidad de un hombre que intenta proteger a su familia. Paul Freeman, como Matt Mason, se entrega a un villano elegante y calculador, un verdadero antagonista sin caer en estereotipos. La química entre Neeson y la actriz que interpreta a su esposa es fundamental para el desarrollo emocional de la historia, y su relación, marcada por la desconfianza y el dolor, añade una capa de complejidad a la trama. La película, en su conjunto, es un melodrama de acción bien ejecutado, que, pese a su estilo directo, logra generar una cierta resonancia emocional.

Nota: 7/10