“El Gran McLintock” (1963) no es, de ninguna manera, una película que redefine el género de aventuras western, pero sí que ofrece un entretenimiento sólido y un retrato, aunque algo simplificado, del viejo oeste americano. John Wayne, en el papel de McLintock, entrega una interpretación que, si bien no es particularmente arrolladora, cumple su cometido: un hombre fuerte, taciturno, con un código moral bastante claro y una generosidad que, paradójicamente, no se expone fácilmente.
Wayne, como era habitual en su filmografía, se muestra imponente en el papel principal. Su McLintock es un personaje lleno de contradicciones. Un hombre que detesta la ostentación, la frivolidad y cualquier forma de decadencia, pero que no duda en emplear su fortuna para proteger a los más débiles, incluso si eso significa sacrificar su propia comodidad o prestigio. La dirección de George Marshall, sin ser especialmente llamativa, logra mantener un ritmo dinámico y un sentido del humor seco que se adapta bien al tono general de la película. Hay momentos de tensión genuina, especialmente durante las persecuciones y los enfrentamientos con los bandidos, y algunos diálogos memorables que son producto de la química entre Wayne y Maureen O'Hara.
La presencia de Maureen O'Hara como la esposa de McLintock es fundamental. Su personaje, una mujer de Nueva York sofisticada y desafiante, aporta un contrapunto interesante a la visión conservadora del mundo de McLintock. O’Hara ofrece una actuación convincente, interpretando a una mujer fuerte, independiente y con una determinación admirable. Su relación con Wayne, basada en el contraste de sus personalidades y valores, es el corazón emocional de la película. La película explora con sutileza, a través de sus personajes, la tensión entre la tradición rural y la modernidad, entre el respeto a las costumbres ancestrales y la apertura a nuevas ideas.
Sin embargo, el guion, aunque entretenido, carece de la profundidad y complejidad que se esperaría de una película de este calibre. Las situaciones a veces se sienten forzadas, y los personajes secundarios no están tan bien desarrollados como podrían estarlo. La trama, centrada en la protección de una joven y su familia, es predecible y, en ciertos momentos, resulta algo inverosímil. No obstante, la película utiliza eficazmente el contexto del Viejo Oeste para construir un sentido de justicia y aventura que, para muchos espectadores, resulta atractivo y nostálgico. La banda sonora de Leigh Stonewall es apropiada y refuerza la atmósfera de la época. "El Gran McLintock" no es una obra maestra, pero sí un buen ejemplo de entretenimiento western clásico, que se beneficia de la presencia de dos grandes actores y ofrece un retrato, aunque ligeramente idealizado, de un período importante en la historia americana.
Nota: 6.5/10