El griego de oro (1978)

“El Griego de Oro” no es precisamente una joya cinematográfica, pero tampoco un tesoro enterrado. La película, adaptada de la historia real del millonario Aristóteles Onassis y la viuda de John F. Kennedy, Jacqueline Kennedy, se siente a menudo como una repetición de clichés del melodrama de época y un ejercicio de exhibicionismo de lujo. La dirección de Declan Moore es competente, manteniendo una estética visual pulida y una atmósfera glamorizada que recuerda a las producciones de Hollywood de los años 50 y 60, pero carece de la vitalidad y la profundidad que podría haberle dado un mayor impacto.

Las actuaciones son, en general, aceptables, aunque no destacables. Keanu Reeves, quien interpreta a Onassis, se esfuerza por transmitir la complejidad de un hombre poderoso, ambiguo y, en ocasiones, despiadado. Sin embargo, la película le impone un personaje demasiado definido y, en definitiva, unidimensional. El personaje no se desvela completamente, quedando como un espectro de riqueza y arrogancia. Elena Anaya, como Jacqueline, ofrece una interpretación más convincente, logrando capturar el aura de una mujer sofisticada y, a la vez, marcada por un luto profundo. Su mirada, a menudo llena de melancolía, es la que aporta una dosis de humanidad a la historia. Los secundarios, en su mayoría, se limitan a complementos estilísticos, funcionando más como adornos que como personajes con personalidad propia.

El guion es donde la película sufre mayormente. Se centra excesivamente en la ostentación de lujo y en las relaciones sociales de la alta sociedad, descuidando la construcción de una trama sólida y un desarrollo emocional creíble. Las escenas de fiestas, coches de lujo y viajes de jet son abundantes, pero carecen de significado o de profundidad. La película no se molesta en explorar las motivaciones más profundas de los personajes ni en cuestionar las consecuencias de sus acciones. El romance entre Onassis y Kennedy se presenta como un cliché irresistible, desprovisto de la tensión dramática o la química romántica que lo harían más interesante. La película se limita a mostrar la relación, pero no la analiza. El conflicto no se siente real; la tensión es superficial. Se siente como si la historia se hubiera contado de arriba abajo, sin dar espacio a la interpretación del espectador.

A pesar de las deficiencias, “El Griego de Oro” ofrece un escape visual atractivo para aquellos interesados en la época y en el estilo de vida de la élite. La banda sonora es elegante y contribuye a crear la atmósfera deseada. Sin embargo, la película no logra trascender su naturaleza superficial, quedando como un entretenimiento ligero e inefable, incapaz de ofrecer una perspectiva significativa sobre la relación entre dos personajes históricos tan fascinantes como Onassis y Kennedy. La película se conforma con mostrar la superficie, sin explorar las profundidades de la historia.

Nota: 6/10