El grito 3 (2009)

“El Grito 3” se presenta como una extensión obligada, una necesidad de extender el ciclo de violencia que comenzó con “El Grito” y continuó con “El Grito 2”. La película, dirigida por Shinya Tsukamoto, no busca innovar ni sorprender, sino perpetuar el horror visceral y el suspense psicológico que caracterizan la franquicia. Y, en ese sentido, logra lo que se propone: te mantiene pegado a la pantalla con una atmósfera opresiva y perturbadora que resulta inquietante a lo largo de su duración.

La película se centra en Naoko, la hija menor, quien viaja a Chicago para enfrentarse a la entidad vengativa de su hermana mayor, Kayako. Esta vez, la masacre se ha extendido, habiendo eliminado a una familia entera. La película se aparta sutilmente del formato de “asesinato en solitario” de las entregas anteriores, introduciendo un elemento de comunidad, una investigación policial (liderada por un detective, de forma genérica) que se suma a la creciente sensación de inminencia y fatalidad. Esto, para mí, es una de las mayores fortalezas de la película: la amenaza no es solo individual, sino que se está extendiendo como una plaga.

Shinya Tsukamoto, como director, se mantiene fiel al estilo visual y la estética gótica que han sido la marca de la casa. La iluminación es deliberadamente fría y sombría, el sonido, distorsionado y resonante, y la fotografía, de gran formato, acentúa la sensación de claustrofobia y horror. La banda sonora, nuevamente, enfatiza los ruidos inexplicables y los gritos guturales, que son más aterradores por su extrañamiento que por su volumen. Sin embargo, la dirección no es particularmente audaz; la película se basa en la sugestión y la anticipación, evitando mostrar explícitamente la entidad, lo que, en mi opinión, funciona a su favor, incrementando la carga psicológica. Se centra más en los efectos secundarios del horror, en la desesperación de los personajes y en la sensación de que algo terrible e incontrolable está a punto de suceder.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Erika Toda como Naoko. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, pasando de la incredulidad a la desesperación y, finalmente, a una determinación fría y calculadora. El resto del elenco cumple su función, ofreciendo personajes secundarios que sirven para intensificar la sensación de aislamiento y peligro. Sin embargo, no se espera una profundidad psicológica que enriquezca la experiencia.

El guion, en general, es sólido, pero no destaca por su originalidad o complejidad. Se basa en la repetición de elementos clave de las entregas anteriores – el grito, la oscuridad, la casa encantada – pero con algunas modificaciones y añadidos que buscan mantener la tensión. La estructura narrativa es lineal y predecible, y el ritmo, aunque constante, podría haber sido más dinámico. No obstante, la película se beneficia de una atmósfera palpable y de la calidad de las imágenes, logrando generar un efecto de terror sostenido, aunque no necesariamente revolucionario.

Nota: 6.5/10