El guardaespaldas de la primera dama (1987)

“El guardaespaldas de la Primera Dama” es una película de acción olvidable, un ejercicio de estilo que, lamentablemente, carece de la sustancia para dejar una impresión duradera. Peter R. Hunt, director conocido por su experiencia en westerns, nos entrega una cinta que se aferra con fuerza a la estética de géneros pasados, pero no logra capturar su espíritu ni transmitirlo con la energía que merece. La película, estrenada en un momento de transición cinematográfica, parece un producto del tiempo, un intento de emular el cine de acción de los 70 y 80, sin alcanzar la sofisticación ni el suspense que caracterizaron a ese período.

El guion, aunque funcional, es sorprendentemente plano y predecible. La trama, centrada en la protección de la Primera Dama y la amenaza constante de asesinos, se desarrolla de forma mecánica, con giros argumentales que se vislumbran a kilómetros de distancia. No hay sorpresas genuinas ni momentos de tensión sostenida. La película se limita a presentar situaciones de peligro que se resuelven de forma expositiva, sin ofrecer al espectador la oportunidad de conectar emocionalmente con los personajes. El diálogo es particularmente pobre, lleno de clichés y expresiones vacías. Hunt parece dispuesto a jugar con la idea del peligro inminente, pero la ejecución es torpe y, en definitiva, poco convincente.

Charles Bronson, en su última aparición en la pantalla junto a Jill Ireland, ofrece una actuación estoica y reservada, acorde con su personaje. Sin embargo, su presencia no logra elevar la calidad general de la película. Jill Ireland, que lamentablemente falleció poco después del rodaje, aporta un toque de vulnerabilidad a su papel, aunque su tiempo en pantalla es limitado. Chris Alcaide, un veterano actor de westerns, tiene un papel secundario que le permite brillar con un breve pero efectivo cameo, añadiendo un guiño nostálgico a aquellos familiarizados con su trayectoria. La dirección de Hunt es, en general, competente en cuanto a la planificación de las escenas de acción, pero carece de la audacia visual y la dinámica que caracterizarían una película de acción moderna. El ritmo de la película es irregular, alternando momentos de frenética acción con largos periodos de contemplación que resultan tediosos.

En conclusión, “El guardaespaldas de la Primera Dama” es una película olvidable. Su estética reminiscente del cine de acción clásico, junto con las actuaciones sólidas de sus protagonistas, no logran compensar un guion plano, un ritmo irregular y una dirección que, en general, no aporta nada particularmente nuevo o memorable al género. Es una cinta que, sin duda, se disfrutará conociendo la historia detrás de sus actores y la trágica vida de Jill Ireland. Pero, como película en sí misma, no dejará una huella significativa.

Nota: 4/10