El guía del desfiladero (Pathfinder) (2007)

“El Guía del Desfiladero” (Pathfinder), dirigida por Jake Gyllenhaal, no es una epopeya vikinga convencional. Es una historia de supervivencia profundamente humana, embellecida con paisajes impresionantes y una banda sonora que te atrapa desde el primer minuto. Gyllenhaal, que también participa como productor, se aleja de las grandes producciones de acción para ofrecer un relato con un ritmo contemplativo, a pesar de su premisa de conflicto. Esta decisión, aunque inicialmente pueda resultar un poco lenta, es en realidad la clave para la efectividad de la película.

La película se centra en el personaje de Bran, interpretado con una intensidad sutil y convincente por Ólafur Arnaðsson. Observamos su crecimiento desde un niño abandonado hasta un joven guerrero con un sentido del honor, la lealtad y una profunda conexión con la comunidad indígena con la que fue criado. La actuación de Arnaðsson es particularmente notable, logrando transmitir la confusión, el conflicto interno y la determinación del personaje a través de miradas y gestos. La película no se limita a mostrar su transformación física, sino que explora la evolución emocional de Bran, su lucha por definir su identidad y su dilema moral. La química entre Arnaðsson y el resto del elenco indígena es genuina y fundamental para el impacto emocional de la narrativa.

El guion, adaptado de la novela homónima de Robert Wilson, es sólido y bien construido. Si bien la trama principal se basa en el cliché del “héroe perdido” y el choque entre dos culturas, Gyllenhaal y sus colaboradores le han dado un giro interesante al centrarse no tanto en la batalla, sino en las consecuencias del conflicto y el precio que se paga por el legado. Se presta mucha atención a la construcción del mundo indígena, mostrando sus costumbres, su espiritualidad y su forma de vida. Sin embargo, el guion podría haber profundizado un poco más en la cultura nórdica, ofreciendo una visión más matizada de sus motivaciones y sus creencias. La película no rehuye la brutalidad de la guerra, pero tampoco glorifica la violencia, mostrando sus devastadoras consecuencias tanto a nivel físico como emocional.

Desde el punto de vista visual, “El Guía del Desfiladero” es un festín para los ojos. Las imágenes de la selva del norteamericano (la película fue filmada en Nueva Zelanda) son espectaculares y evocadoras, creando una atmósfera de misterio y peligro. La dirección de fotografía es impecable, utilizando la luz y la sombra para crear tensión y profundidad. Las escenas de acción, aunque no son extensas, están coreografiadas con una eficacia notable, logrando ser impactantes sin recurrir a efectos especiales excesivos. La banda sonora, compuesta por Max Richter, es un componente esencial de la película, complementando a la perfección la imagen y realzando las emociones del espectador. Es una película que exige atención y un poco de paciencia, pero que recompensa al espectador con una experiencia cinematográfica memorable y con un mensaje sobre la importancia de la familia y la pertenencia.

Nota: 7/10