El gurú (1998)

“El Gurú” (The Guru, 1997) es una película que, a primera vista, parece un simple pastiche de temas espirituales y la búsqueda de la felicidad en la sociedad moderna. Sin embargo, tras la superficie, emerge una reflexión sorprendentemente compleja sobre el consumismo, la autenticidad y el poder de la persuasión. David Fincher, conocido por su maestría en el thriller psicológico, nos entrega una obra que, aunque no siempre fácil de digerir, invita a una profunda contemplación.

La dirección de Fincher es, como siempre, impecable. Su habitual estilo visual –meticuloso, oscuro y lleno de detalles aparentemente insignificantes– se emplea para construir una atmósfera inquietante y perturbadora. La película se distingue por su uso innovador de los efectos visuales, especialmente la secuencia de “el viaje en tren”, que es un ejercicio de narrativa visual sublime. No se trata solo de un montaje rápido y caótico; es una representación visual de un estado mental desorientado y una experiencia visceral que complementa perfectamente la locura interna del protagonista. Fincher demuestra una habilidad notable para evadir las expectativas del espectador y ofrecerle una experiencia cinematográfica verdaderamente original.

La actuación de Jim Carrey es, sin duda, el corazón de la película. Carrey, lejos de su habitual estampa caricaturesca, ofrece una interpretación magistralmente sutil y perturbadora de Richard Mallory, el "gurú" de la historia. Su personaje, un ex-vendedor de utilidades domésticas que ha renunciado a todo y ahora se dedica a “enseñar” a la gente a ser felices a cambio de dinero, es un retrato inquietante de la falsedad y la manipulación. Carrey logra transmitir la vacuidad de su existencia y la amarga ironía de su posición, sin recurrir a clichés ni a grandes diálogos. El juego de matices en su rostro y su lenguaje corporal son esenciales para el impacto emocional de la película.

El guion, firmado por Eric Roth, es donde la película realmente brilla –o, mejor dicho, donde reside su mayor ambigüedad. La historia no ofrece respuestas fáciles. La película plantea preguntas incisivas sobre la naturaleza de la felicidad, la autenticidad y la búsqueda del sentido en un mundo dominado por la superficialidad. A pesar de la trama aparentemente sencilla, el guion explora temas profundos y complejos, presentando una crítica mordaz al consumismo y a la mercantilización de la espiritualidad. Sin embargo, la ambigüedad del guion –especialmente el final abierto– puede resultar frustrante para algunos espectadores, obligándolos a interpretar la película y a sacar sus propias conclusiones.

En definitiva, “El Gurú” es una película provocadora y desafiante que no busca entretener, sino despertar la reflexión. Es un trabajo exigente y, a veces, desconcertante, pero también gratificante para aquellos que están dispuestos a sumergirse en sus aguas turbias. La dirección, las actuaciones y, en particular, la ambigüedad del guion, la convierten en una obra memorable que permanece en la mente mucho tiempo después de haberla visto.

Nota: 7.5/10