“El heredero del diablo” no es una película que te deje un impacto visceral inmediato, sino que se instala lentamente, como una niebla densa que envuelve al espectador en una atmósfera de creciente inquietud. La premisa, una luna de miel interrumpida por la noticia de un embarazo prematuro, es intrigante, pero es la dirección de Lars Von Trier (a través de su colaborador, probablemente Kasper Sonne, dado el estilo particular) la que realmente construye el terror psicológico que impregna la cinta. Von Trier, conocido por su audacia y su exploración de temas tabú, no rehúye de lo perturbador, sino que lo utiliza para diseccionar la fragilidad de la felicidad y la corrosión del deseo.
La película se centra en la transformación de la protagonista, interpretada magistralmente por Florence Pugh. Su performance es, en mi opinión, el punto álgido de la cinta. Pugh no se limita a representar el miedo y la ansiedad; la interioriza, la materializa en cada mirada, en cada gesto, en cada contorsión de su cuerpo. La protagonista es una mujer fuerte, decidida, pero vulnerable ante la presión de un embarazo inesperado, que desencadena una espiral descendente que se manifiesta a través de visiones, pesadillas y una creciente alienación del entorno.
La puesta en escena es impecable, aunque, debo reconocer, a veces llega a la exuberancia, una característica que, aunque propia de Von Trier, puede resultar un tanto exagerada. Sin embargo, la cinematografía, con sus tomas largas y fluidas, sus coloridos contrastes y su uso magistral de la luz y la sombra, contribuye significativamente a la creación de un ambiente onírico y opresivo. La película no busca mostrar la realidad tal como es, sino que se sumerge en la subjetividad de la protagonista, en su percepción distorsionada del mundo.
El guion, aunque a veces se siente un poco pretencioso, construye una narrativa inquietante. La constante presencia de la cámara, grabaciones del embarazo, conversaciones perturbadoras, fragmentos de recuerdos y visiones, crea una sensación de desorientación que refleja el estado mental de la protagonista. La película se pregunta, sin ofrecer respuestas fáciles, sobre el papel del deseo, la culpa, el pasado y el legado familiar. La idea de un “heredero del diablo” no es explícita, pero se insinúa a través de la historia familiar de la protagonista y sus extrañas y perturbadoras conexiones con el pasado. Es una historia de familia, de secretos enterrados y de un destino que parece estar escrito en las venas de la protagonista.
A pesar de sus momentos de fuerza, "El heredero del diablo" es una película que no será para todos los gustos. Su ritmo lento, su atmósfera opresiva y su ambigüedad deliberada pueden frustrar al espectador que busca una narración lineal y resolutiva. Sin embargo, para aquellos dispuestos a sumergirse en su oscuridad, es una experiencia cinematográfica inquietante y memorable que permanecerá en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.
Nota: 7/10