El hijo (2019)

“El hijo” (The Son) de Robert Eggers no es una película para dejarse llevar por la estética, aunque ésta, como siempre en su filmografía, es impecable y se convierte en un elemento casi palpable de la narrativa. El director, conocido por su meticulosidad en la recreación de épocas y lugares específicos, nos sumerge en la atmósfera opresiva de un Iowa rural a principios del siglo XX, donde la promesa de la paternidad se convierte en una tortura existencial. La película, en su núcleo, es una exploración visceral y perturbadora de la soledad, el deseo frustrado y la fragilidad humana.

Jonathan Breyer, interpretado con una intensidad impresionante por Thomasin McKenzie, encarna la desesperación contenida de una mujer que ha sacrificado sus sueños y su propia felicidad por el amor a su marido, William (Lucas Hedges). McKenzie ofrece una actuación soberbia, transmitiendo la amargura, la vulnerabilidad y el creciente terror de una mujer que se ve despojada de su identidad y confrontada a una realidad que le rompe el alma. Hedges, por su parte, complementa a la perfección el papel de un hombre consumido por la culpa y la incomprensión. Ambos actores logran un retrato magistral de personajes atrapados en un ciclo de dolor y auto-destrucción.

El guion de Eggers y Scott Reynard es, sin duda, el punto fuerte de la película. No se trata de una narración lineal y accesible. Más bien, es un flujo de conciencia fragmentado, salpicado de diálogos crípticos y símbolos inquietantes. La película no explica; sugiere. Se apega a la experiencia de los personajes, evitando explicaciones fáciles y permitiendo que el espectador se sumerja en su confusión. La utilización de la voz en off, a menudo perturbada y llena de angustia, contribuye a la sensación de desorientación y a la atmósfera opresiva. La escritura es inteligente, oscura y profundamente poética, aunque a veces puede resultar un poco densa para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica más convencional.

La dirección de Eggers es, como siempre, impecable. La banda sonora, compuesta por John Odell, es inquietante y evocadora, intensificando la sensación de aislamiento y vulnerabilidad. La fotografía de Andrew Leskoski es hermosa, con un uso magistral de la luz y la sombra que refleja el estado emocional de los personajes. La película logra crear una atmósfera única, una mezcla de horror psicológico y drama existencial que te obliga a confrontar tus propios miedos y deseos más profundos. Es una película que perdura en la mente mucho después de que los créditos finales terminan de rodar, dejándote con una sensación persistente de inquietud y reflexión. A pesar de sus complejidades, "El hijo" es una obra maestra moderna que se atreve a explorar los rincones más oscuros de la condición humana.

Nota: 8.5/10