“El hijo de Bigfoot” no es, sin duda, una epopeya cinematográfica que cambiará tu percepción de la leyenda. Más bien, es una película de ciencia ficción familiar con toques de drama existencial, un proyecto modesto pero con un encanto peculiar que, a pesar de sus defectos, logra mantenerte entretenido durante casi dos horas. La dirección de Mark Pellegrino es notablemente metódica, construyendo una atmósfera de aislamiento y asombro que se siente palpable en cada plano. Pelleino parece consciente de la fragilidad del proyecto, trabajando con un presupuesto limitado, pero logrando compensarlo con una meticulosa puesta en escena y un enfoque en la sensación de descubrimiento, tanto por parte del protagonista como del espectador.
La película se centra en la relación entre Adam y su padre, un hombre que ha evitado el contacto con la civilización para proteger a su hijo de la humanidad. El actor Brandon Flynn ofrece una actuación sólida y conmovedora, transmitiendo la melancolía y la lucha interna de un hombre que ha elegido una vida en la soledad. Su interpretación es el corazón de la película, y consigue que el espectador se identifique con su conflicto: ¿debía el padre proteger a su hijo a toda costa, o era su deber ayudarlo a encontrar su lugar en el mundo? La química entre Flynn y el joven Jacob Buster (que interpreta a Adam) es genuina y contribuye significativamente al impacto emocional de la historia. El joven Buster, sin embargo, podría haber beneficiado de un desarrollo más profundo de su personaje, aunque su interpretación es honesta y convincente en lo que aporta a la trama.
El guion, escrito por Mark Pellegrino y Rob Craig, es una de las áreas más problemáticas de la película. Si bien la idea central es interesante y el concepto de un hijo con los poderes de Bigfoot es intrigante, la trama se siente a veces un poco forzada y llena de clichés del género de fantasía. Las explicaciones científicas sobre el origen de los poderes de Adam son sorprendentemente superficiales, y algunos diálogos son excesivamente expositivos. Sin embargo, la película logra evitar el melodrama gratuito, optando por un ritmo pausado que permite al espectador apreciar la belleza del bosque y la conexión entre padre e hijo. La película se enfoca en la experiencia de encontrar un hogar, tanto físico como emocional, y es en este sentido donde realmente brilla. El desarrollo de los poderes de Adam, aunque lento, es gradual y visualmente atractivo, con efectos especiales decentes que no restan valor a la sensación de asombro y maravilla.
En definitiva, “El hijo de Bigfoot” no es una obra maestra, pero sí una película entretenida y reflexiva que ofrece una perspectiva fresca sobre una leyenda icónica. No intenta ser grandilocuente, sino que se centra en la conexión humana, la familia y el poder del deseo de encontrar un lugar en el mundo. Es una película para aquellos que disfrutan de los thrillers de ciencia ficción con un toque de drama emocional y una atmósfera envolvente. Una película que sabe que no puede competir con el Blockbuster, pero se permite ser original y memorable a su manera.
Nota: 6.5/10