El hijo de Saúl (2015)

“El hijo de Saúl” es una experiencia cinematográfica brutalmente honesta y, en última instancia, profundamente conmovedora. Dirigida por la aclamada Claire Denis, la película no busca la espectacularidad ni el melodrama convencional; en cambio, se sumerge en la miseria y la desesperación del Holocausto a través de la lente de un personaje singular y atormentado. La película no se centra en los grandes gestos heroicos o en la denuncia directa de la maquinaria nazi, sino en el pequeño, individual, y asombrosamente humano drama que se gesta en las entrañas de Auschwitz.

La dirección de Denis es magistral, creando una atmósfera de opresión palpable. Las largas tomas, la iluminación sombría, el uso deliberado del silencio y las imágenes crípticas, nos transmiten el peso insoportable de la condición de prisionero. Observamos a Saul, interpretado con una intensidad nuclear por Benicio del Toro, en un estado de constante lucha por la supervivencia, no solo física sino también moral. Su trabajo como miembro del Sonderkommando lo ha marcado, y la película explora las consecuencias psicológicas de esa tarea deshumanizante con una franqueza aterradora. La performance de Del Toro es excepcional; su rostro, marcado por la tristeza y la inquietud, refleja el conflicto interno de un hombre que intenta aferrarse a la humanidad en medio de una barbarie inimaginable.

El guion, adaptado de la novela homónima de Robert Badinter, es excepcionalmente potente. No hay diálogos fáciles ni explicaciones simplistas. La narrativa se basa en la observación, en la lenta construcción del vínculo entre Saul y el niño, un bebé rescatado de las cenizas. Este vínculo, en un contexto de horror absoluto, se convierte en el motor de la película, un símbolo de resistencia silenciosa contra la deshumanización. La película no ofrece soluciones; simplemente nos muestra la vulnerabilidad y la esperanza en su forma más pura y dolorosa. La idea del nombre "Saúl" para el niño, un guiño a la figura bíblica, sugiere la posibilidad de redención, aunque sea en un contexto grotesco. Es una inversión de significado que subraya la necesidad de encontrar la bondad en los lugares más oscuros.

La película es deliberadamente fría y distante en algunas de sus escenas, lo que puede resultar perturbador para algunos espectadores. Pero esta distancia es precisamente lo que le da fuerza y resonancia. No se trata de una representación glorificada del Holocausto, sino de un intento de comprender la experiencia humana en un momento de la historia que nos debe servir de lección. “El hijo de Saúl” no busca justificar ni excusar las atrocidades cometidas, sino explorar las consecuencias de la violencia y la capacidad del espíritu humano para encontrar, incluso en la peor de las circunstancias, la fuerza para aferrarse a la vida.

Nota: 8.5/10