El hombre de Río Nevado (1982)

“El hombre de Río Nevado” no es un melodrama excesivamente elaborado, ni un western revival que busca revivir glorias pasadas. Es, en su lugar, una reflexión melancólica sobre la pérdida, el legado familiar y la búsqueda de un propósito tras el impacto devastador de la adversidad. La película, dirigida por Warwick Thornton, se mueve con una quietud contemplativa, permitiendo que el espectador absorba lentamente la atmósfera austera y la belleza desoladora del paisaje australiano. Thornton, conocido por su trabajo en documentales, aporta una sensibilidad documental al drama, lo que se traduce en una autenticidad visual y emocional que resalta sobre la mayoría de las producciones comerciales.

La historia, centrada en Jim Craig, interpretado por Eric Lange, un hombre curtido por la vida en el campo, es sobria y directa. Lange ofrece una actuación sutil y convincente, transmitiendo la dureza física y el dolor emocional de un hombre que ha perdido su hogar y, de forma más profunda, su identidad. Su Jim no es un héroe de acción; es un hombre marcado por la tragedia, cuya lucha se expresa principalmente a través de su mirada y sus acciones silenciosas. La relación con la mujer, interpretada con elegancia por Jessica Carmichael, se desarrolla de forma orgánica, basada en la incomunicación inicial y la comprensión gradual. No se trata de un romance convencional; es una conexión basada en la necesidad mutua de encontrar consuelo y, tal vez, un nuevo significado en sus vidas.

El guion, aunque deliberadamente lento, es el núcleo de la película. Thornton evita las concesiones narrativas y se centra en los detalles. Las conversaciones son breves y significativos, las acciones son reveladoras. La película no explica, sino que sugiere. La importancia de la granja, la relación con el padre, la pérdida de la tierra… estos elementos se revelan a través de imágenes y momentos, generando una comprensión más profunda y personal. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa la atmósfera con maestría. La fotografía de Chris Murphy es excepcional, destacando la paleta de colores terrosos y la inmensidad del paisaje. Cada toma, cada encuadre, está cargado de simbolismo, invitando a la reflexión y a la interpretación. “El hombre de Río Nevado” es una película que no busca ofrecer respuestas fáciles. Busca, en cambio, estimular el pensamiento y la empatía, dejando una huella duradera en la memoria del espectador.

Nota: 7/10