“El hombre invisible” (The Invisible Man) de Leigh Whannell es una película que se adentra en la psique torturada de su protagonista con una precisión inquietante y una atmósfera que se mantiene afilada desde el primer momento. Si bien la premisa – una mujer huyendo de un hombre que parece haber desaparecido – ya es familiar, Whannell la eleva considerablemente gracias a su enfoque psicológico y a una dirección visualmente impecable.
Cecilia Torres, interpretada magistralmente por Elisabeth Moss, es el corazón palpitante de la película. La actriz ofrece una actuación sutil pero profundamente emotiva, transmitiendo con una intensidad glacial la paranoia, el miedo y la creciente certeza de que, incluso en su ausencia, Adrian Griffin (Oliver Jackson-Cohen) la está observando. Moss no se limita a interpretar; se sumerge en la fragilidad de Cecilia, en su lucha interna contra la duda y la desesperación. Es una actuación que te cala hasta los huesos y que justifica por sí sola la experiencia cinematográfica.
Leigh Whannell, director y guionista, demuestra una vez más su dominio del terror psicológico. La película evita los sustos baratos y se concentra en la construcción lenta pero constante de la tensión. La narrativa no se basa en la acción espectaculares, sino en la desconfianza, el aislamiento y la percepción distorsionada de la realidad por parte de Cecilia. El guion, coescrito por Whannell y Matt Berl, es inteligente y bien planteado, explorando temas como la manipulación, el abuso psicológico y la búsqueda de la autonomía. La gradual revelación de la verdad subyace como un intrincado laberinto, manteniendo al espectador constantemente alerta y cuestionando lo que es real.
La película destaca visualmente. La fotografía de Tristan Myles es sombría y opresiva, utilizando la luz y la sombra para amplificar la sensación de inquietud. La dirección de arte es excelente, recreando un entorno urbano decadente que se siente claustrofóbico y amenazante. La banda sonora de Son Lux, con sus ritmos pulsantes y sus melodías disonantes, refuerza la atmósfera de tensión y paranoia. Sin embargo, la película no rehúye de la belleza, a veces en la contemplación de la luz filtrándose a través de las ventanas, evidenciando la vulnerabilidad y el aislamiento de Cecilia.
No obstante, a pesar de su fortaleza, la película no es perfecta. El ritmo, a pesar de ser deliberadamente lento, podría resultar un poco tedioso para algunos espectadores. Algunos de los momentos de "investigación" de Cecilia se alargan innecesariamente, perdiendo algo de fuerza dramática. A pesar de esto, la sólida dirección y el poderoso desempeño de Elisabeth Moss lo compensan por completo, convirtiéndola en una experiencia cinematográfica inolvidable. Es una película que te persigue después de que los créditos finales han terminado de rodar, obligándote a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad, la manipulación y el poder destructivo del control.
Nota: 8/10
