El hombre que pudo reinar (1975)

“El hombre que pudo reinar” no es una película que te deje con una sensación cómoda. Denis Villeneuve no ofrece un entretenimiento ligero, sino un descenso a la oscuridad humana, salpicado de paisajes impresionantes y una atmósfera densa que te envuelve desde el primer segundo. La película, basada en una historia de Rudyard Kipling, narra la obsesión de Danny Dravot (Benedict Cumberbatch) y Peachy Carnehan (Rashomon Adams) por el legendario reino de Kafiristán y su ambición desmedida de construir una nueva nación en el remoto y peligroso interior de la India. Villeneuve construye una historia de ambición, traición y violencia con una meticulosa atención al detalle que resulta, a la vez, fascinante y perturbadora.

La dirección de Villeneuve es magistral. Cada fotograma está cuidadosamente construido, capturando la inmensidad del paisaje y la brutalidad del entorno. La película no se basa en secuencias de acción gratuitas; en cambio, utiliza el ritmo pausado y la planificación visual para intensificar la tensión. La fotografía de Greig Fraser es, sencillamente, espectacular, y contribuye enormemente a crear la sensación de aislamiento y peligro constante. Los planos a gran escala del Himalaya son impresionantes, pero también sirven para resaltar la insignificancia de los personajes frente a la magnitud de la naturaleza.

Benedict Cumberbatch y Rashomon Adams ofrecen interpretaciones sobresalientes. Cumberbatch, en el papel de Danny Dravot, es un personaje complejo y contradictorio, capaz de mostrar una mirada vulnerable y una determinación implacable. Su actuación es sobre todo una exploración de la locura y la necesidad de control, un deseo desesperado de ser un rey. Adams, por su parte, aporta una madurez sorprendente a Peachy Carnehan, mostrando una tenacidad y un cinismo que la convierten en una figura igualmente intrigante. La dinámica entre los dos personajes es el corazón de la película, y su relación, marcada por la ambición, el amor y la manipulación, es profundamente convincente. La química entre los dos actores es palpable y fundamental para el éxito de la película.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. El guion, a pesar de la sólida base de la historia de Kipling, a veces se siente un poco lento y contemplativo. Algunas subtramas, como las relacionadas con la administración del reino, podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. Además, la película, a veces, se centra demasiado en la atmósfera y la estética, relegando un poco el desarrollo de la trama principal. La película, aunque visualmente impresionante, requiere una gran inversión de atención por parte del espectador. La historia, aunque rica en matices, puede resultar densa y requerir múltiples visionados para comprender plenamente las motivaciones de los personajes y la complejidad de sus acciones. En definitiva, “El hombre que pudo reinar” es un ambicioso y visualmente deslumbrante drama histórico que, pese a sus defectos, deja una impresión duradera.

Nota: 8/10