El hotel de los fantasmas (1988)

“El Hotel de los Fantasmas” (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick, no es simplemente una película de terror, sino una pesadilla psicológica metódica que se instala bajo la piel del espectador y no se desvanece fácilmente. Si bien el concepto inicial – un escritor, su esposa y su hijo tomando el control de un hotel aislado durante el invierno – es relativamente sencillo, Kubrick lo transforma en una experiencia cinematográfica profundamente inquietante y, a pesar de las décadas transcurridas, sorprendentemente relevante.

La dirección de Kubrick es, como siempre, impecable. Su dominio de la composición y la cinematografía es asombroso. Cada plano es cuidadosamente estudiado, cada detalle visual contribuye a la atmósfera de creciente paranoia y aislamiento. El uso de la cámara lenta, la perspectiva forzada y la iluminación oscura y fría crean una sensación constante de claustrofobia, incluso en las vastas y aparentemente inexplorables habitaciones del hotel Overlook. Kubrick se burla de las convenciones del género, relegando los sustos repentinos y los espectáculos sangrientos a un segundo plano, optando por la sugerencia y el suspense. La película no se dedica a mostrar la "maldad" del hotel, sino a construirla lentamente a través de la experiencia subjetiva de Jack Torrance (Jack Nicholson), quien gradualmente se desmorona bajo la influencia de la entidad maligna.

La actuación de Jack Nicholson es, sin duda, la piedra angular de la película. Nicholson ofrece una interpretación magistralmente inquietante de un hombre que comienza como un hombre de familia aparentemente normal, pero que se transforma progresivamente en un ser consumido por la locura. Su juego de cámara es excepcional, transmitiendo la creciente desesperación y la pérdida de control de manera silenciosa y escalofriante. Shelley Duvall, como Wendy Torrance, también brilla con una vulnerabilidad y desesperación palpables, mientras que Danny Lloyd (Alex Wolff), el hijo, personifica la inocencia y la conexión sobrenatural. El desarrollo de los personajes es sutil pero efectivo; la película explora temas de adicción, la presión familiar, el aislamiento y la fragilidad de la mente humana. Es importante notar que no se ofrece una explicación racional para la actividad paranormal, dejando al espectador con la sensación de que lo que está ocurriendo es, en parte, una manifestación de la propia mente de Jack.

El guion, adaptado de la novela de Stephen King, ha sido objeto de debate durante años, y es comprensible que muchos fans del autor se sientan decepcionados por la fidelidad a la fuente original. Kubrick toma elementos clave de la historia, pero los transforma radicalmente, eliminando ciertos eventos y modificando otros. Aunque la película se aleja de la ambigüedad moral del autor, Kubrick logra construir una narrativa coherente y perturbadora que, en última instancia, es más efectiva que la novela. El final, particularmente, es deliberadamente ambiguo y abierto a la interpretación, sumando otra capa de misterio a la experiencia cinematográfica. "El Hotel de los Fantasmas" no es una película que se disfruta, sino una que se experimenta, y esa experiencia, a pesar de su duración, es profundamente memorable y, en muchos sentidos, aterradora.

Nota: 9/10