El húsar en el tejado (1995)

“El Húsar en el Tejado” no es una película que deja indiferente. Dirigida por Terence Malick, es una experiencia cinematográfica densa y profundamente emotiva que requiere de la parte de espectador una entrega considerable, tanto en tiempo como en sensibilidad. La película no es una narración lineal, sino más bien una serie de momentos interconectados, fragmentos de vidas entrelazados por la tragedia y la búsqueda. Malick se adentra en el corazón de la Provenza en 1832, un período marcado por la enfermedad, la guerra y la pérdida, y nos sumerge en un universo donde el tiempo parece detenerse y la nostalgia es palpable.

La dirección de Malick es, como siempre, magistral. Evita el melodrama obvio y la grandilocuencia, optando por una estética visual impresionante. La película está saturada de belleza, con una fotografía deslumbrante que captura la luz, el color y la textura de la tierra francesa. Las tomas son largas, contemplativas, y a menudo sin diálogos, permitiendo que las imágenes hablen por sí solas. Es un trabajo que demanda atención, y a veces, paciencia, pero la recompensa es un paisaje visualmente rico y evocador que se queda grabado en la memoria. Sin embargo, a veces la extensión de estas tomas lentas puede sentirse un poco alargada, perdiendo cierto dinamismo.

Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Joaquin Phoenix, en el papel del coronel Pardi, entrega una interpretación sutil y conmovedora. Su personaje es complejo, marcado por el dolor y la soledad, pero también por una intensa humanidad. Charlotte Rampling, como Pauline, irradia una belleza melancólica y una vulnerabilidad que te atrapan desde el primer instante. La química entre los dos actores es palpable, construyendo un romance que se siente auténtico y desesperado. Richard Madden, interpretando al húsar, aporta una fuerza silenciosa y una presencia imponente, aunque su personaje, en comparación con los dos protagonistas principales, carece de la profundidad que se le merece.

El guion, escrito por Malick y Gunnar Ivarsson, es quizás la parte más controvertida de la película. La trama, centrada en la búsqueda de Pauline por su marido, se desarrolla de manera fragmentada y simbólica. Los eventos parecen ocurrir de forma casi casual, y la relación entre los personajes se construye a través de pequeños detalles y miradas. Si bien esta aproximación puede ser atractiva para algunos, otros podrían encontrarla confusa e incomprensible. Se busca evocar la fugacidad del tiempo, la pérdida de la inocencia y la inmensidad del sufrimiento, pero a veces la película parece perder el hilo de la narración, dejando al espectador sin un claro propósito. Se intenta transmitir una reflexión sobre la vida, la muerte y el legado, pero el mensaje final se siente, en ocasiones, ambiguo y poco definido.

A pesar de sus deficiencias, “El Húsar en el Tejado” es una película ambiciosa e inolvidable. Es una obra maestra visual y emocional que desafía al espectador a conectar con la historia a través de sus imágenes y sus emociones. No es un placer fácil de ver, pero sí es una experiencia cinematográfica valiosa y profundamente resonante. No es para todos los gustos, pero para los que aprecien la profundidad y la belleza del cine, merece la pena ser vista.

Nota: 7/10