El infinito (2017)

“El Infinito” no es una película que te asalta ni te obliga a pensar con fuerza. Es una intrusión sutil, una inquietud persistente que se instala bajo la piel y te hace cuestionar la realidad de lo que estás viendo, mucho después de que los créditos finales hayan corrido. Dirigida por Justin Benson y Aaron Moorhead, esta cinta, que también es su nombre propio, se erige como un ejercicio de metahistoria y terror psicológico de una forma que resulta, paradójicamente, tremendamente efectiva gracias a su lentitud y a la atmósfera opresiva que logra crear.

La película se centra en la historia de Aaron y Justin, dos hermanos que huyen de una comunidad religiosa, más bien una secta, dirigida por un líder carismático pero fundamentalmente peligroso. Han pasado años desde su escape y ahora, de forma inesperada, reciben una cinta de vídeo, grabada por Aaron en su juventud, que revela secretos inquietantes sobre el campamento y los métodos que utilizaban. La cinta desencadena un proceso de regresión que no es solo física, sino también emocional y mental. La dirección de Benson y Moorhead es impecable en su manejo del ritmo. No se apresuran a mostrar los elementos más impactantes, sino que se toman su tiempo para construir la narrativa, centrándose en el desarrollo del personaje y en la atmósfera de constante incomodidad. La película evoca la sensibilidad de directores como Robert Wise o Terry Gilliam, pero con un toque particular que recuerda a las películas de terror de bajo presupuesto de los 70, pero con una base conceptual más compleja.

Las actuaciones de Aaron Moorhead y Justin Benson son excepcionales. Ambos, además de los directores, interpretan a los hermanos, lo que les otorga una profundidad y una autenticidad notables. Sus rostros, llenos de dudas, miedo y la carga del pasado, transmiten la lucha interna de los personajes de manera convincente. Pero la película no se queda en la interpretación de los hermanos. La película cuenta también con un elenco secundario que, aunque limitado, contribuye a la sensación de que algo no está del todo bien. El personaje interpretado por Elizabeth Olsen, por ejemplo, aporta un elemento de misterio y de tensión que se alarga a lo largo de la trama.

El guion, escrito por los mismos directores, es lo que realmente hace brillar a “El Infinito”. Es un complejo entramado de tramas paralelas, de realidades alternativas y de líneas temporales entrelazadas. La película juega constantemente con el espectador, obligándolo a cuestionar lo que es real y lo que no lo es. La trama subvertir las expectativas, y aunque el ritmo es deliberadamente pausado, la historia se mantiene siempre interesante y atractiva. La película se aventura en la exploración de conceptos filosóficos como el determinismo y el libre albedrío, planteando preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la memoria, la percepción y la verdad.

En definitiva, "El Infinito" no es una película para todos los gustos. Requiere paciencia y una mente abierta. No ofrece respuestas fáciles ni soluciones obvias. Pero, para aquellos que estén dispuestos a sumergirse en su atmósfera opresiva y a dejarse llevar por su intrincada trama, es una experiencia cinematográfica memorable y profundamente inquietante. Es una película que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10