El internado (2004)

“El Internado” no es, de ninguna manera, una de las películas de terror más aterradoras que se hayan producido en los últimos años. Sin embargo, sí que es un relato inquietante, sutilmente construido que se instala en la mente del espectador con una atmósfera densa y un escalofrío constante. La película, ambientada en la Francia de 1958, construye un universo de aislamiento y sospecha, una pequeña isla de trauma y secretos en medio de los Alpes, y lo consigue a través de una dirección impecable por parte de Alain Resnais, quien logra evocar una sensación de inminente peligro sin recurrir a sustos fáciles. Se centra en el viaje de Jurin Anna, una joven recién llegada al internado de Saint Ange, y en su relación con Judith, una niña con problemas mentales y una conexión inexplicada con los demás niños. La película no se alimenta de la violencia física, sino que se basa en el poder de la sugestión, el miedo a lo desconocido y la fragilidad de la cordura.

La película se beneficia enormemente de las actuaciones. El papel de Marina de Tavira como Jurin Anna es brillante, transmitiendo con gran sutileza la incomodidad, la vulnerabilidad y la creciente paranoia de su personaje. Su mirada, a menudo llena de duda y temor, dice más que miles de palabras. Pero la actuación de la joven Clara Biel, como Judith, es la verdadera joya de la película. Su interpretación es absolutamente conmovedora y realista, capturando la confusión, el miedo y la soledad de una niña que lucha por entender el mundo que la rodea. La química entre las dos actrices es palpable y fundamental para el éxito de la película.

El guion, adaptado de la novela de Yasunari Kawabata, es quizás el elemento más fuerte de “El Internado”. Se construye con una paciencia y una meticulosidad que recompensan al espectador. La narración se desarrolla lentamente, dejando que la atmósfera y las interacciones entre los personajes hagan su magia. La película no explica todo, dejando deliberadamente que el espectador rellene los espacios en blanco, interpretando los eventos y las motivaciones de los personajes. Esta ambigüedad, lejos de ser un defecto, es una de las mayores fortalezas de la película, ya que la hace más sugestiva y memorable. La inclusión de flashbacks, intercalados con la acción principal, ayuda a desentrañar la historia de los niños y a revelar las razones detrás de su comportamiento, pero sin dar respuestas fáciles. El uso de la fotografía, con sus tonos apagados y su iluminación natural, contribuye a la sensación de opresión y aislamiento que impregnan la película. La música, discreta pero efectiva, refuerza la atmósfera inquietante y añade una capa más de tensión.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. Algunas de las interacciones entre los personajes pueden parecer un poco artificiales y el ritmo, en ciertos momentos, se vuelve un poco lento. Pero estas pequeñas fallas son fácilmente compensadas por la fuerza de la atmósfera, las actuaciones y la calidad del guion. “El Internado” es una película que te persigue mucho después de que la pantalla se apaga, una experiencia cinematográfica inquietante y profundamente conmovedora.

Nota: 8/10