“El jardín de la alegría” es una película que te envuelve desde el primer momento, no tanto por la espectacularidad de sus imágenes, sino por la intrincada y, en cierto modo, sombría psicología de sus personajes. La dirección de Brian Croft se distingue por una atmósfera particular, donde la belleza del paisaje rural inglés se contrapone a las miserias y a las decisiones moralmente ambiguas que emprenden sus protagonistas. Croft nos sumerge en el mundo de Trevethyn Grace, interpretado magistralmente por Bill Nighy, un hombre que se ve forzado a una ruta desesperada cuando la inesperada muerte de su marido le deja una herencia de deudas abrumadoras. La película no nos juzga al espectador; más bien, nos invita a cuestionar el sistema, la moralidad en tiempos de crisis y las consecuencias de las elecciones individuales.
Nighy, como siempre, ofrece una actuación notable, capaz de transmitir tanto la fragilidad de un hombre recién viudo como la frialdad calculada de un hombre que se enfrenta a la ruina. Su performance es sutil, llena de matices que revelan las contradicciones internas de Trevethyn. La química con Olivia Colman, quien interpreta a la inspectorá de policía, Fiona Hinton, es otro de los puntos fuertes de la película. Colman aporta frescura e inteligencia al drama, creando un conflicto interesante entre la ley y la desesperación de Trevethyn. El dúo entre ambos, donde la pragmática Fiona intenta desmantelar el plan del protagonista, es el corazón palpitante de la trama.
El guion, coescrito por Graham Hughes y Brian Croft, es inteligente y no cae en la simplificación de temas complejos. La historia se desarrolla con un ritmo pausado pero efectivo, permitiendo que los conflictos y las relaciones entre los personajes se desarrollen de manera orgánica. La película aborda la cuestión de la ilegalidad, la corrupción y la influencia del poder, pero lo hace con un enfoque realista y sin caer en sermones. La idea central de utilizar la horticultura como vehículo para el narcotráfico es una premisa original y bien ejecutada, presentando un interesante reflejo de cómo la desesperación puede llevar a las personas a tomar decisiones drásticas.
A pesar de su temática, “El jardín de la alegría” es una película que invita a la reflexión. No ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que se centra en explorar la naturaleza humana en situaciones extremas. La película no glorifica la criminalidad, sino que la presenta como una consecuencia inevitable de la pobreza y la falta de oportunidades. La fotografía es exquisita, capturando la belleza melancólica del paisaje inglés y creando una atmósfera de tensión y misterio. En definitiva, “El jardín de la alegría” es una película que, más allá de su trama criminal, es un estudio psicológico fascinante y un excelente ejemplo de cine británico contemporáneo.
Nota: 8.5/10