El jardín mágico de Stanley (1994)

“El jardín mágico de Stanley” es una joya inesperada, un cuento de hadas moderno que, a pesar de su apariencia sencilla, alberga una rica simbología y una sensibilidad conmovedora. La película, dirigida con un cuidado estético notable por Christian de Palma, logra capturar la esencia de la nostalgia y la importancia de la amistad en un mundo que a menudo se siente fragmentado. La ambientación, tanto en el mundo mágico de los trolls como en el bullicio de Manhattan, está particularmente bien lograda: se percibe una meticulosa atención al detalle, creando ambientes visualmente atractivos y creíbles.

La historia, centrada en Stanley, el troll, un personaje entrañable con un corazón de oro, aunque a veces un tanto travieso, está narrada de manera efectiva. La película explora temas complejos como el rechazo, la aceptación y la búsqueda de pertenencia. La transformación de Stanley, de ser un ser temido y aislado, a un jardinero y amigo leal, es el núcleo emocional de la película y, de alguna manera, es la razón por la que la historia resonará en el público. La voz narrativa, interpretada con delicadeza por Ben Kingsley, aporta un tono de sabiduría y melancolía que complementa perfectamente la trama. Kingsley no solo interpreta la voz, sino que, de alguna manera, personifica el espíritu de la historia.

La película no es, sin embargo, una obra maestra argumental. El guion, aunque funcional y con un ritmo agradable, se adhiere a fórmulas familiares del género de fantasía para niños, con algunas concesiones a clichés. Las situaciones a veces son un tanto predecibles y el desarrollo de ciertos personajes secundarios podría haber sido más elaborado. Sin embargo, la dirección artística y la atmósfera son tan envolventes que se le perdona esta falta de originalidad. La banda sonora, compuesta por Marcelo Hahn, es igualmente importante, creando una atmósfera de ensueño y melancolía que se integra perfectamente con la historia. Hahn consigue evocar sensaciones de calma, misterio y, a veces, incluso de temor.

Las actuaciones, en general, son sólidas. Jacob Tremblay, quien interpreta a Stanley, transmite la vulnerabilidad y la determinación del personaje con una sinceridad que es innegable. Sus compañeros de reparto, especialmente Sarah Shutler como Gus y Piper Perruz como Rosie, aportan un encanto genuino a la historia. Pero es el trabajo de Ben Kingsley, como la voz de Stanley y del Rey, que es verdaderamente destacable. Logra infundir al personaje con una mezcla de autoridad, preocupación y, en ocasiones, con un toque de humor sutil.

En definitiva, "El jardín mágico de Stanley" es una película que, aunque no rompe con la tradición, ofrece un entretenimiento visual y emocionalmente gratificante. Es una historia sobre la aceptación, la amistad y el poder de transformar un mundo con pequeños actos de bondad. Un cuento infantil que, sorprendentemente, tiene un mensaje más profundo de lo que aparenta.

Nota: 7/10