El jorobado de Notre Dame (1996)

“El Joven Torcedor de Notre Dame”, la adaptación de 1923 de la novela homónima de Victor Hugo, no es solo un cuento de hadas con una pizca de melodrama, sino una reflexión profunda sobre la justicia, el prejuicio y la búsqueda de la redención. La película, que a pesar de su edad, conserva un magnetismo atemporal, gracias en parte a la dirección magistral de Frank Borzage, quien logra tejer una atmósfera de melancolía y misterio que envuelve desde el primer fotograma.

El diseño visual es, sin duda, uno de sus mayores atractivos. La monumentalidad de Notre Dame, retratada con una grandiosidad impresionante, no solo sirve de telón de fondo, sino que se convierte en un personaje más, un símbolo de la opulencia y la complejidad moral de la ciudad. La dirección de fotografía, con sus juegos de luces y sombras, acentúa la soledad de Quasimodo, enfatizando su aislamiento en esa torre imponente. El contraste entre el interior oscuro y opresivo del Campanario y las calles bulliciosas de París es notorio, subrayando la desconexión del protagonista con el resto de la sociedad.

La interpretación de Conrad Veidt como Quasimodo es, sin duda, la joya de la película. Veidt, con su porte imponente y su mirada intensa, logra transmitir la nobleza, la inteligencia y el dolor silencioso de este personaje marginado. No se trata de un monstrillo caricaturesco, sino de un alma atormentada por su apariencia y por las injusticias que ha sufrido. Su evolución emocional, desde la desconfianza inicial hasta la lealtad incondicional hacia Esmeralda, es creíble y conmovedora. Carlotta Garibaldi como Esmeralda brilla con una inocencia y belleza que contrasta hermosamente con la crudeza del entorno. La química entre ambos actores es palpable, impulsando la narrativa romántica de una manera natural y convincente.

Si bien la trama se aferra a un cierto sentimentalismo romántico propio de su época, el guion, adaptado de la novela de Hugo, consigue mantener la esencia del libro. No se rehúye a la exploración de la hipocresía social, la corrupción y la crueldad del sistema judicial. La escena del juicio de Phoebus, el seductor que ha asesinado a Esmeralda, es particularmente impactante, revelando la verdadera naturaleza del poder y la fragilidad de la justicia. Es un punto en el que la película supera su sentimentalismo y se convierte en un canto a la venganza, un elemento que, aunque controvertido, le da fuerza y valor a la historia. Sin embargo, el ritmo, en algunas ocasiones, se siente un poco lento, lo que podría haber beneficiado a la película con mayor dinamismo.

En definitiva, “El Joven Torcedor de Notre Dame” es una obra cinematográfica que, a pesar de sus limitaciones técnicas, sigue siendo relevante por su mensaje universal sobre la lucha contra el prejuicio y la importancia de la compasión. Una película que, más de un siglo después, sigue inquietando al espectador con su belleza melancólica y su profunda reflexión sobre la condición humana.

Nota: 7.5/10