El justiciero de la ciudad (1974)

“El justiciero de la ciudad” (The Positively Charged, en su título original) es una propuesta cinematográfica sorprendentemente ambigua que se atreve a explorar las profundidades de la venganza y la justicia, pero no siempre logra aterrizar en un terreno sólido. La película, dirigida por Michael Cimino, se centra en Paul Kersey (interpretado con una intensidad palpable por Nicolas Cage), un hombre que, tras presenciar el brutal asesinato de su esposa y su hija, se transforma en un vengador implacable que acecha a los criminales de Nueva York. La premisa, aunque previsible, ofrece un punto de partida intrigante para una película que, en teoría, podría ser un thriller psicológico con toques de ciencia ficción, y en algunos momentos sí logra capturar esa tensión inherente.

La dirección de Cimino no es particularmente innovadora, pero sí consigue mantener un ritmo constante y una atmósfera opresiva. Se aprecia un uso efectivo de la luz y la sombra, que contribuye a la sensación de paranoia y desesperación que impregna la película. Sin embargo, la película carece de un pulso visual distintivo que la diferenciara de otros thrillers similares. La fotografía, aunque competente, se siente algo estándar y la banda sonora, aunque efectiva, no aporta nada particularmente memorable.

La interpretación de Nicolas Cage, en particular, es un punto fuerte. El actor se entrega por completo al papel, transmitiendo con convicción la angustia, el dolor y la locura de Paul Kersey. Su transformación es gradual y creíble, y su capacidad para expresar una amplia gama de emociones, desde la desesperación hasta la frialdad despiadada, es realmente impresionante. La compañía de Cage es decente, con interpretaciones sólidas por parte de Alicia Silverstone y Ted Levantine, aunque sus personajes no reciben el mismo nivel de desarrollo que el protagonista. La química entre los tres actores es un elemento clave para el éxito de las escenas más emotivas, aunque en ocasiones el diálogo se siente un poco forzado.

En cuanto al guion, es donde la película presenta sus mayores problemas. La trama se vuelve rápidamente repetitiva y, aunque la premisa inicial es interesante, la ejecución carece de profundidad y complejidad. El desarrollo de la historia se limita a la mecánica de Paul Kersey rastreando y eliminando a los criminales, pero las motivaciones de los personajes y las consecuencias de sus acciones no se exploran en profundidad. La película tropieza en el intento de justificar sus actos, a menudo recurriendo a excusas superficiales o a la explicación de un "efecto electrificado" que, aunque intencionalmente surrealista, resta credibilidad a la narrativa. El argumento se limita a presentar la venganza como una respuesta simple y lógica a un trauma profundo, perdiendo la oportunidad de abordar cuestiones más complejas sobre la moralidad, el perdón y la justicia social.

En definitiva, "El justiciero de la ciudad" es una película decente, con una actuación destacada de Nicolas Cage, pero que se ve truncada por un guion previsible y una dirección poco inspirada. No es un fracaso absoluto, pero tampoco destaca entre la gran cantidad de thrillers de venganza que han salido a la luz. Se queda en un punto intermedio, un entretenimiento superficial que promete más de lo que entrega.

Nota: 6/10