“El lobo y el león” es, en su esencia, una fábula moderna que aborda temas complejos como el abandono, la aceptación y la búsqueda de la familia, pero que, en su ejecución, se siente un tanto frustrante. La película, dirigida por Chloe Corve, nos transporta a la soledad de Alma, una joven pianista atormentada por la pérdida de su abuelo y un pasado difícil. Su regreso a la casa familiar, un refugio aislado en una isla canadiense, se convierte en el detonante de un evento improbable: el encuentro con dos cachorros, un lobo y un león, que rápidamente se convierten en su familia sustituta.
La dirección de Corve se caracteriza por una fotografía exuberante y una atmósfera onírica que evoca la belleza salvaje del paisaje. La isla se convierte en un personaje más, con sus bosques densos y sus aguas turquesas. Sin embargo, esta estética, aunque visualmente atractiva, a veces se siente un poco artificial, como si la película intentara demasiado ser poética. La banda sonora, aunque efectiva en algunos momentos, también puede resultar intrusiva, con melodías recurrentes que, en lugar de enriquecer la experiencia, terminan por cansarla.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Florence Goodchild, como Alma, ofrece una interpretación honesta y conmovedora. Logra transmitir la fragilidad emocional de su personaje y su lucha por superar sus traumas. La relación entre Alma y los cachorros es el corazón de la película y se siente genuina, aunque el ritmo de su desarrollo a veces se ve acelerado. No hay tiempo suficiente para explorar las complejidades de este vínculo inusual. Elias Broday, interpretando al león, y Sam Wilding, como el lobo, dan un buen trabajo, aunque sus personajes, en comparación con Alma, tienen un desarrollo más limitado.
El guion, sin duda, es el punto más débil de la película. La trama se siente un poco predecible y, en ocasiones, simplista. El secreto que amenaza a los cachorros y sus destinos individuales, aunque crea tensión, no está suficientemente desarrollado. El giro final, mientras que intenta ser sorprendente, resulta un poco forzado y poco convincente. El desarrollo de las vidas individuales de los animales, especialmente en el caso del león que se dirige al circo, se siente apresurado y carente de profundidad. Se intenta transmitir la tristeza y el drama de su separación, pero la historia no logra conectar emocionalmente con el espectador de la manera que podría haberlo hecho.
A pesar de sus defectos, “El lobo y el león” ofrece momentos de belleza y reflexión. Es una película que plantea preguntas sobre la naturaleza del amor, la familia y la aceptación. Aunque no alcanza el potencial que podría haber tenido, permanece como una historia poética y evocadora, que invita a la contemplación. Es una película que, al final, te deja con una sensación agridulce, una mezcla de esperanza y melancolía.
Nota: 6/10