El luchador (2008)

“El Luchador” (El Wrestler) de Darren Aronofsky no es un espectáculo de gladiadores, sino un retrato visceral y perturbador de la soledad, el arrepentimiento y la autodestrucción. La película, estrenada en 2009, se aleja de la fantasía del wrestling profesional, en lugar de ofrecernos un mundo de héroes y villanos, nos presenta a Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke), un hombre roto, consumido por el pasado y atormentado por la falta de conexión. Aronofsky logra esto gracias a una dirección impecable, construyendo una atmósfera densa y opresiva que refleja el estado mental de su protagonista.

Rourke entrega una actuación monumental, una de las mejores de su carrera. No se trata simplemente de imitar los movimientos de lucha libre; la actuación es sutil, compleja y profundamente conmovedora. Captura con maestría la desilusión, la rabia contenida y la desesperación del personaje, mostrándonos el daño físico y emocional que su profesión le ha infligido. La mirada de Rourke, llena de cansancio y dolor, es lo que da vida a Randy. Marisa Tomei, como Cassidy, aporta una belleza inquietante y una vulnerabilidad que complementan la tormenta interior de Randy. La relación entre ambos se construye de forma natural y cargada de tensión, no exenta de ambigüedad.

El guion, coescrito por Rourke, Aronofsky y Scott Silver, es inteligente y no rehúye de la oscuridad. Si bien la premisa, el declive de un luchador, podría parecer convencional, la película explora temas universales como la culpa, el abandono y la búsqueda de redención. Aronofsky utiliza flashbacks, disociando el presente del protagonista con fragmentos de su pasado, lo que refuerza la idea de que Randy está luchando contra múltiples batallas: la física de los golpes, la mental por el arrepentimiento y el emocional por la pérdida de su hija. El uso del color, principalmente el negro y el verde, contribuye a esta sensación de opresión y a la creación de una estética particular que la distingue de las películas de acción convencionales.

Es importante destacar que “El Luchador” no busca glorificar el wrestling profesional. Al contrario, lo presenta como una forma de escape, una máscara que Randy utiliza para ocultar su verdadero dolor. La película no ofrece respuestas fáciles ni un final feliz; simplemente documenta la caída de un hombre en un abismo de autodestrucción. Si bien puede resultar desconcertante y a veces perturbadora, la película es una obra de arte cinematográfica que permanece en la memoria por su autenticidad, su honestidad brutal y la poderosa interpretación de Mickey Rourke. Es un estudio del carácter, una meditación sobre la condición humana, que va más allá del simple género de lucha libre.

Nota: 8.5/10