El niño 44 (2015)

“El niño 44” no es una película que se disfruta fácilmente. Es, antes bien, una experiencia que se presencia, una inmersión profunda en la atmósfera opresiva y el letargo moral de la antigua Unión Soviética. Andrei Zvyagintsev, director ruso conocido por su inquietante mirada social, nos entrega una obra visceral que se instala en la memoria a largo plazo, dejando una sensación de incomodidad y desasosiego persistente.

La película se centra en Leo Demidov (Hardy Moreau), un veterano de la guerra y ferviente creyente en Stalin. Su mundo, ordenado y aparentemente sin fisuras, se desmorona cuando se enfrenta a una serie de asesinatos de niños. Lo que inicialmente podría parecer una investigación policial, se transforma rápidamente en una denuncia del culto a la personalidad y la manipulación deliberada de la verdad por parte del Estado. La película no glorifica ni romantiza la época, sino que la disecciona con una frialdad que, paradójicamente, resulta profundamente humana.

La dirección de Zvyagintsev es magistral. Utiliza la fotografía, con sus tonos grises y apagados, para crear una atmósfera claustrofóbica y desoladora. La mise-en-scène es meticulosa, y cada detalle, desde la arquitectura hasta la decoración de los interiores, contribuye a la sensación de incomodidad y opresión. El uso de la cámara es deliberado y a menudo contemplativo, permitiendo al espectador absorber la atmósfera y reflexionar sobre la situación. No hay grandilocuencia visual; la fuerza reside en la sutileza y la observación aguda.

Las interpretaciones son excepcionales. Hardy Moreau, como Leo Demidov, ofrece una actuación cargada de matices. Su personaje es complejo y contradictorio: un hombre en conflicto entre la lealtad al régimen y su conciencia moral. Juliette Binoche, en el papel de su esposa, Anya, también brilla con una presencia inquietante, añadiendo una capa de ambigüedad a la trama. Su relación, aparentemente sólida, se revela gradualmente como un terreno inestable, lleno de secretos y resentimientos. La dinámica entre ambos personajes es el corazón emocional de la película y se construye con una tensión palpable.

El guion, adaptado de una novela de Dmitri Shmeliov, es inteligente y provocador. La película no ofrece respuestas fáciles. Se pregunta, en lugar de afirmar, sobre la naturaleza de la verdad, la responsabilidad individual y el poder de la propaganda. La trama se desarrolla a un ritmo pausado, pero la tensión se mantiene constante gracias a la complejidad de los personajes y la atmósfera opresiva. Es una película que invita a la reflexión sobre el precio del silencio y la importancia de cuestionar la autoridad.

Nota: 8/10