El niño con el pijama de rayas (2008)

“El niño con el pijama de rayas” (The Boy in the Striped Pajamas) es una película que se aferra a la ternura y el horror de manera excepcional, un ejercicio de maestría cinematográfica que, a pesar de su temática tan dolorosa, logra evocar una profunda reflexión sobre la inocencia perdida y la deshumanización. La película, dirigida por Mark Herman, no se enfoca en las atrocidades del Holocausto en sí, sino en la perspectiva de Bruno, un niño alemán de ocho años, cuya vida se ve irrevocablemente alterada por la ascensión de su padre al mando de un campo de concentración.

El guion, adaptado de un libro homónimo de John Boyne, es la verdadera columna vertebral de la película. La narración es inteligente y cuidadosa, construyendo un universo paralelo a través de los ojos de Bruno. La ausencia de explicaciones directas sobre la ideología nazi es una decisión audaz, pero efectiva. La película no busca condenar, sino mostrar la ingenuidad con la que un niño puede ser arrastrado a la maquinaria de una maquinaria de exterminio. La relación que se desarrolla entre Bruno y Shmuel, el niño judío que vive en el campo, es el núcleo emocional de la historia. Esta conexión, basada en la curiosidad infantil y la búsqueda de amistad, contrasta brutalmente con el horror que les rodea. La tensión se acumula lentamente, intensificada por el aislamiento de Bruno y la constante imposibilidad de comprender la realidad que le rodea.

Las actuaciones son impecables. Asa Butterfield, como Bruno, transmite la confusión y la creciente inquietud del personaje con una naturalidad asombrosa. Su vulnerabilidad es palpable, y su evolución a lo largo de la película es gradual y convincente. Lucas Hedges, en el papel de Shmuel, ofrece una interpretación igualmente brillante, capturando la valentía y la desesperación de un niño que se enfrenta a una situación inimaginable. El resto del elenco secundario cumple a la perfección, dando vida a los personajes que lo rodean y contribuyendo a la atmósfera de inquietud presente en la película.

La dirección de Mark Herman es notable. El uso del color, especialmente el contraste entre la luz de Berlín y la opacidad gris del campo, es muy efectivo para simbolizar la diferencia entre las dos realidades. La fotografía, con planos que a menudo dividen la pantalla en dos mitades, enfatiza la separación entre Bruno y Shmuel. Además, la película evita caer en el melodrama, manteniendo un tono sobrio y reflexivo que permite al espectador absorber la información de manera gradual. “El niño con el pijama de rayas” no es una película fácil de ver, debido a su temática, pero es una experiencia cinematográfica profundamente conmovedora y memorable. Es una película que nos invita a cuestionar la facilidad con la que el odio puede arraigar, incluso en los corazones más inocentes. Su fuerza reside en mostrar el lado humano de la tragedia, evitando la glorificación y centrándose en la fragilidad de la infancia en medio de un conflicto atroz.

Nota: 8/10