El odio (1995)

“El Odio” (Hassid) de Romain Courcol es una película que se instala, con una lentitud deliberada y un aire de inquietud palpable, en el corazón del submundo parisino. No es una obra que espabille con acción, ni que ofrezca soluciones fáciles o brillantes; más bien, se trata de una experiencia visceral, de un descenso gradual a la desesperación y la anomia que arrastra al espectador a través de la mirada de tres jóvenes, Vinz, Hubert y Saïd, que buscan respuestas en medio de las consecuencias de una noche convulsa. La película se centra en la búsqueda de un amigo herido, un evento que desencadena una espiral de incertidumbre, frustración y un resentimiento silencioso que palpita bajo la superficie de sus vidas.

La dirección de Courcol es meticulosa y observadora. Evita el melodrama y se concentra en la atmósfera, creando una sensación de claustrofobia, tanto física como emocional. El uso de la luz y la sombra es particularmente efectivo, contribuyendo a la opacidad que rodea a los personajes y a sus motivaciones. No hay grandes planos o espectaculares efectos visuales, sino una fotografía realista y cruda que refleja la marginalidad y la pobreza que definen el entorno en el que se mueven los protagonistas. La película no busca ser visualmente llamativa, sino que prioriza la construcción de un mundo creíble y perturbador. La película se beneficia de la dirección de arte, que crea un ambiente sucio y desolador, con un uso inteligente del color para simbolizar el estado emocional de los personajes.

Las actuaciones son, en su conjunto, sobresalientes. Moussa Traore, como Saïd, ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices. Su personaje, un joven inmigrante luchando por encontrar su lugar en la sociedad, transmite una vulnerabilidad y una determinación que despiertan la empatía del espectador. Benjamin Causse, como Hubert, interpreta con una frialdad contenida que solo se rompe en momentos de rabia, sugiriendo una historia personal oscura. La química entre los tres actores es genuina, lo que intensifica la sensación de amistad y de desesperación. Sin embargo, la actuación de Vincent Lindon, como Vinz, resulta algo más apagada y menos convincente, aunque su personaje sea crucial para el desarrollo de la trama.

El guion, adaptado de un relato de Ben Kometter, presenta una trama relativamente sencilla, pero se sirve de ella para explorar temas complejos como la identidad, la inmigración, la clase social y la búsqueda de sentido en un mundo aparentemente indiferente. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas sobre las causas y consecuencias de la violencia, el racismo y la exclusión. A pesar de su ritmo pausado, el guion mantiene el interés del espectador gracias a la tensión latente y al desarrollo gradual de los personajes. Se podría argumentar que la película podría haber profundizado aún más en la exploración de la historia personal de cada uno, pero la ambigüedad intencionada es, en última instancia, una fortaleza del relato.

En definitiva, “El Odio” es una película perturbadora y reflexiva que invita a la introspección. No es un entretenimiento ligero, pero sí una obra cinematográfica de alto nivel que merece ser vista. Su capacidad para generar inquietud y para cuestionar las bases de nuestra sociedad es un testimonio de la maestría de Romain Courcol y de la fuerza de sus actores.

Nota: 7/10