“El oro de Moscú” es una película que, a pesar de su premisa intrigante y el atractivo de un misterio histórico, termina siendo una experiencia cinematográfica irregular, con momentos de brillantez interrumpidos por una ejecución que a veces resulta decepcionante. La película nos presenta a Iñigo, un hombre normal que, de manera fortuita, se convierte en el portador de un secreto de proporciones épicas: la ubicación del legendario tesoro perdido de Moscú. Este encuentro con el anciano y la posterior revelación a Pedro “Papeles” Aparicio, un periodista de El País, pone en marcha una trama de suspense que, en teoría, debería ser un festín para el espectador. Sin embargo, la película no siempre cumple con las expectativas.
Dirigida con una cierta estética moderna y una atmósfera que busca evocar la tensión, la película consigue, en algunos momentos, crear una sensación de urgencia y peligro. La fotografía es cuidada y contribuye a la creación de un ambiente opresivo, aunque a veces recurre a un estilo visual algo genérico que no aporta nada particularmente nuevo. La dirección artística también es notable, particularmente en la recreación de escenarios históricos y en la atención al detalle en la ambientación. No obstante, el ritmo de la película es, en gran medida, inconsistente. Hay pasajes que se arrastran innecesariamente, mientras que otros, por el contrario, se sienten demasiado apurados, dificultando la inmersión del espectador en la historia.
Las actuaciones son un punto fuerte indiscutible. Óscar Franco, quien interpreta a Iñigo, ofrece una interpretación sólida y convincente. Logra transmitir la vulnerabilidad y el creciente temor del personaje, dotándolo de una humanidad que contrasta con la complejidad de la trama. David Murez, como “Papeles” Aparicio, aporta un toque de irreverencia y sarcasmo que equilibra la narrativa. El resto del elenco cumple sus funciones de manera adecuada, pero sus personajes, en general, son algo planos, lo que limita su impacto emocional.
El guion, sin embargo, es donde la película sufre más. A pesar de la premisa original, la trama se complica de manera excesiva, incluyendo giros argumentales que, aunque pretende sorprender, terminan resultando forzados e incluso confusos. El desarrollo de los personajes secundarios es superficial y, en ocasiones, la película se pierde en detalles innecesarios que desvían la atención del espectador del hilo argumental principal. La exploración de la historia del tesoro, a pesar de su potencial, se limita a fragmentos dispersos y no logra profundizar en el contexto histórico o en las implicaciones del descubrimiento.
En definitiva, "El oro de Moscú" es una película con potencial desperdiciado. Ofrece algunos momentos interesantes y actuaciones sólidas, pero su guion irregular y su ritmo descompensado impiden que sea una experiencia cinematográfica realmente satisfactoria. La búsqueda del tesoro, aunque atractiva al principio, se convierte en un laberinto de complicaciones que, al final, no justifican el esfuerzo del espectador. Se podría haber sido mucho mejor con una narración más concisa y un desarrollo de personajes más profundo.
Nota: 6/10