El otro lado de la esperanza (2017)

“El otro lado de la esperanza” es una película que, a pesar de sus elementos de drama social, se siente a veces un tanto desapasionada, como un retrato de la incomunicación más que de la empatía. La historia, centrada en el encuentro fortuito entre Khaled, un joven refugiado sirio, y Wikström, un restaurante en declive, ofrece un germen prometedor: la posibilidad de una conexión humana genuina en un mundo marcado por la desesperación y la incertidumbre. Sin embargo, la dirección de Juha Wanhanen no logra explotar al máximo este potencial, optando por un estilo visual sobrio y a menudo austero que, si bien transmite una sensación de frialdad y desolación, también resta vitalidad a la narrativa.

El guion, coescrito por Wanhanen y el propio director, se apoya en una premisa interesante pero se ve limitado por su enfoque en la representación del drama individual, a menudo relegando al segundo plano las complejas realidades del asilo y la crisis migratoria. Khaled, interpretado magistralmente por Ali Suliman, es el corazón de la película. Suliman logra transmitir la vulnerabilidad, el miedo y la esperanza del personaje con una sutileza y una profundidad que son, sin duda, el punto fuerte de la producción. Su mirada, llena de anhelo y confusión, es lo que realmente conecta con el espectador. Sin embargo, la película, en muchos momentos, no le ofrece la oportunidad de desplegar toda su complejidad emocional.

Björn Wangenström, quien interpreta a Wikström, ofrece una actuación sólida pero a veces resulta un poco unidimensional. Su personaje, un hombre cansado y perdido en su propia vida, se presenta como un espejo de la apatía generalizada. Aunque la evolución de Wikström a lo largo de la película es sutil, no llega a ser lo suficientemente conmovedora como para justificar completamente su decisión de abrir el restaurante y acoger a Khaled. La relación entre ambos se construye lentamente, lo que, en teoría, podría generar un impacto mayor, pero en la práctica, se siente a veces artificial y carente de la chispa necesaria para generar una verdadera conexión.

Visualmente, la película es impecable, con un uso inteligente del color y la iluminación que acentúa la atmósfera melancólica y la sensación de aislamiento. Helsinki, como escenario, es un personaje en sí mismo, y la película captura con éxito su belleza desoladora y su atmósfera moderna y frívola. Sin embargo, esta estética cuidada y la dirección técnica competente no logran compensar las debilidades del guion y la falta de profundidad en el desarrollo de los personajes. “El otro lado de la esperanza” es una película correcta, pero que, en última instancia, se queda a medio camino de la emotividad que prometía.

Nota:** 6/10