El país más feliz del mundo (2017)

“El país más feliz del mundo” no es una película que te regala la alegría del título, sino una disección brutal y, a su vez, profundamente humana de la corrupción en el corazón de Colombia. Esta comedia negra, a la deriva del melodrama y con toques de sátira mordaz, se erige como un retrato devastador de una sociedad donde el dinero, y la búsqueda del beneficio personal, parecen eclipsar cualquier otro valor. La historia, centrada en el alcalde corrupto Roque y su leal (y a menudo exasperado) ayudante, nos obliga a cuestionar la propia moralidad y la facilidad con la que la impunidad se arraiga en las estructuras de poder.

La dirección de Jair García es lo que realmente eleva la película. García construye una atmósfera opresiva desde el principio, utilizando la belleza natural del paisaje colombiano como un contraste impactante con la podredumbre que encuentra el espectador. La cámara se mueve con una elegancia torcida, capturando la desesperación y la humillación de los personajes sin caer en el melodrama, sino manteniendo un tono de observación realista y, a veces, agridulce. La película no se detiene en la explicación, sino que deja que la corrupción hable por sí misma a través de las interacciones y las situaciones que se plantean.

La dupla de interpretación entre Diego Cadena y Juan Pablo Zuluaga es magistral. Cadena, como Roque, entrega una actuación inquietante y, a veces, repulsiva. Su corrupción es calculada, fría y desprovista de remordimientos. Zuluaga, por otro lado, brilla con su interpretación de un hombre atrapado en una situación que no eligió, a veces luchando por mantener la cordura y otras veces sucumbiendo a la desesperación. Ambos, sin embargo, logran transmitir la angustia de vivir en un entorno donde la confianza es un lujo que no se puede permitir.

El guion, aunque mantiene un ritmo pausado y deliberado, es el punto fuerte de la película. No se trata de una narración lineal, sino de una serie de encuentros fortuinos que revelan, gradualmente, la profundidad del problema. Las estafas, las extorsiones y las humillaciones que sufren Roque y su ayudante son momentos que no son solo divertidos (en un sentido oscuro), sino que reflejan la cruda realidad de un país donde el "qué gano yo" es la única pregunta que importa. La película no ofrece soluciones, ni demoniza a nadie, simplemente expone la corrupción como un virus que corroe el tejido social.

“El país más feliz del mundo” es, sin duda, una película que te hará pensar. Es un retrato incómodo, pero necesario. Una historia que, a pesar de su tono sombrío, ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza humana y la fragilidad de la moralidad. No es una comedia para todas las audiencias, pero para aquellos que buscan cine que desafíe sus ideas preconcebidas, es una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota: 8.5/10