“El palacio de los espíritus” (The Haunting of Hill House) es una película que, lejos de ser un simple relato de terror, se posiciona como una introspección oscura y perturbadora sobre el trauma, la familia y el peso del pasado. La dirección de Henry Beltran es, en esencia, magistral, optando por un estilo visual que prioriza la atmósfera y el simbolismo por encima de los sustos fáciles. La película no busca asustar con jump scares, sino que construye una sensación constante de inquietud, de que algo maligno se esconde bajo la superficie, observando y manipulando. La utilización de la cámara, especialmente en escenas nocturnas, es impecable, jugando con las perspectivas y la luz para crear una experiencia visual visceral. La banda sonora, compuesta por Genevieve Hoi-Shue, contribuye enormemente a esta sensación de opresión y desesperación, incluso cuando no hay diálogos, la música habla por sí sola, impregnando cada escena con una carga emocional.
Las actuaciones son sobresalientes en todos los niveles. Mike Flanagan, tanto como director como guionista, demuestra un dominio absoluto de los actores con los que trabaja. Oliver Jackson-Cohen como Luke, el protagonista, logra transmitir la angustia y la desintegración mental del personaje de una manera excepcionalmente convincente. Elizabeth Reaser, como la matriarca Carol, ofrece una interpretación particularmente conmovedora, explorando las profundidades del dolor y la culpa con una sutileza asombrosa. Carla Gugino como la médium Olivia, además de ser una figura clave en la trama, aporta una presencia imponente y perturbadora, dotada de una vulnerabilidad palpable que desafía las expectativas del género. Todas las interpretaciones están llenas de matices, evitando el melodrama gratuito y apostando por una interpretación naturalista que acentúa el horror psicológico.
El guion, sin duda, es el corazón de la película. Flanagan construye una trama intrincada y llena de capas, que se desenvuelve lentamente, revelando secretos familiares oscuros y revelaciones impactantes. La película no se limita a la búsqueda del origen de la maldición, sino que profundiza en la historia de una familia destrozada por el pasado y las prácticas prohibidas de su abuelo. El uso de la narrativa en flashback es efectivo, pero también permite explorar la mentalidad de los personajes y sus traumas individuales. La película aborda temas complejos como el abuso infantil, la adicción y la pérdida, integrándolos en la trama de forma natural y sin sensacionalismo. El ritmo pausado, aunque puede resultar lento para algunos espectadores, permite desarrollar la tensión y el misterio de una forma orgánica, y, a su vez, conecta el espectador emocionalmente con los personajes. Es una historia que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan pasado, y que invita a la reflexión sobre la naturaleza del horror y su relación con la psique humana.
Nota: 8.5/10