El pan de la guerra (2017)

“El Pan de la Guerra” no es una película fácil de ver. Demasiado cruda, demasiado honesta, y demasiado profundamente arraigada en la realidad de un período histórico doloroso. Danny Boyle, a pesar de su habitual estilo visualmente exuberante, entrega aquí una obra cinematográfica sutilmente devastadora que se instala en la memoria con una persistencia inquietante. Esta película, basada en el relato de primera mano de Malala Yousafzai, no busca la grandilocuencia ni la espectacularidad; en cambio, se centra en la supervivencia, la resiliencia y el sacrificio de una niña en el corazón de Kabul bajo la sombra de los talibanes.

La dirección de Boyle es magistral. No se trata de un despliegue de efectos especiales o de un ritmo frenético, sino de un control absoluto del espacio y del tiempo. La película utiliza un montaje fragmentado, alternando entre la vida cotidiana de Parvana y las acciones desesperadas de su familia. Estos saltos en el tiempo, a menudo breves, intensifican el sentimiento de urgencia y nos sitúan en el constante estado de alerta que debía experimentar la población afgana durante ese período. La elección de planos, a menudo cercanos y en primer plano, nos permite conectar directamente con la angustia y la determinación de Parvana, elevando su situación a un plano universal. Se nota el dominio de Boyle en el uso del espacio, y la conmovedora economía visual es un testimonio de su talento.

La actuación de Hadi Karim como Parvana es absolutamente cautivadora. Su transformación, tanto física como emocional, es convincente. Karim no solo interpreta a un niño, sino a una niña que se ha convertido en un hombre para sobrevivir. La vulnerabilidad y la tenacidad que transmite son palpables. El resto del elenco, que incluye a Shabana Kazim como la madre y Arif Baig como el padre, ofrece interpretaciones sólidas y realistas, que añaden profundidad a la historia. Sin embargo, es la mirada de Parvana la que realmente roba el espectáculo. Se ve la carga que lleva sobre sus hombros y la pérdida de inocencia en cada gesto.

El guion, adaptado de la memoria de Malala, es el corazón palpitante de la película. No se pierde en simplificaciones ni en sentimentalismos fáciles. Presenta la realidad de la vida bajo el régimen talibán de forma clara y respetuosa, mostrando las consecuencias devastadoras de sus políticas. La historia es poderosa pero no moralizante; se limita a presentar los hechos y permitir que el espectador saque sus propias conclusiones. La película explora temas complejos como la identidad, la familia, el sacrificio y la importancia de la educación, pero lo hace de una forma muy humana y conmovedora. La película consigue transmitir la esencia de la historia de Parvana de una forma que resulta impactante y duradera. La representación del impacto social, del miedo y de la esperanza, está bellamente planteada.

En definitiva, "El Pan de la Guerra" es un film que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan rodado. Es una película necesaria, que nos recuerda la importancia de la solidaridad, la resistencia y la defensa de los derechos humanos. No es un placer fácil, pero es una experiencia cinematográfica fundamental para comprender la historia de un país y la valentía de sus habitantes.

Nota: 9/10