El pequeño Nicolás (2009)

“El pequeño Nicolás” no es una película que se olvida fácilmente. Adaptación de la obra teatral de Sacha Guitérrez, la película de Fernando Trueba nos transporta a un Madrid de los años 30, un escenario vibrante y lleno de matices que contrasta, de manera efectiva, con la angustia infantil del protagonista. La película se centra en Nicolás, un niño de ocho años, perfectamente interpretado por el joven y encantador Diego Luna, quien aporta una vulnerabilidad y un torbellino de emociones que logran conectar inmediatamente con el espectador. La dirección de Trueba es impecable, logrando mantener un equilibrio entre la comedia, el drama y el melodrama, elementos esenciales para la historia.

Uno de los puntos fuertes de la película reside en la ambientación. Trueba, junto con su equipo técnico, recrean con una fidelidad asombrosa la España de la época. Los detalles, desde la vestimenta hasta la arquitectura, transportan al público a un Madrid bullicioso, lleno de vida y de una intensa efervescencia cultural. Sin embargo, la película no se queda en una simple recreación histórica; utiliza el entorno para reforzar la sensación de inquietud y de amenaza que recorre la vida de Nicolás. La fotografía, en particular, destaca por su colorida paleta y por su habilidad para transmitir la atmósfera de la época.

La película no solo se sustenta en una cuidada dirección y una atmósfera inmersiva, sino que también cuenta con un guion bien estructurado y diálogos ágiles. El guion, aunque con cierto dramatismo, evita caer en la sentimentalidad excesiva, ofreciendo a Nicolás situaciones que despiertan tanto la risa como la compasión. La evolución del personaje, desde su infantil egocentrismo hasta la comprensión de las dificultades familiares, es convincente y creíble. La relación entre los padres, interpretados magistralmente por Alfredo Luján y Ana Torrent, es el núcleo central de la historia, y la película explora sus miedos, sus inseguridades y sus deseos con una sensibilidad notable.

Las actuaciones son, en su conjunto, excepcionales. Ana Torrent, en particular, ofrece una interpretación conmovedora, transmitiendo con sutileza la angustia de una madre que lucha por cumplir sus sueños y que se enfrenta a la incertidumbre de la maternidad. Alfredo Luján, como el padre, aporta un toque de ternura y de desesperación que complementa a la perfección la actuación de Torrent. Diego Luna, sin duda, es la joya de la corona. Su interpretación es natural y llena de matices, y logra transmitir con eficacia la confusión y el miedo de un niño que se siente amenazado por un futuro que no comprende.

En definitiva, “El pequeño Nicolás” es una película que merece la pena ver. Es una historia entrañable, que nos recuerda la importancia de la familia, de la comunicación y de la comprensión. Es una película que te hará reír, que te hará pensar y, quizás, que te hará recordar tus propios miedos infantiles. Es un clásico del cine español, un hito que sigue resonando con fuerza en la actualidad.

Nota: 8.5/10