El porvenir (2016)

“El porvenir” no es una película que deja huella inmediatamente. No es un drama explosivo con giros inesperados ni un melodrama sentimental desbordante. Más bien, es una meditación introspectiva, un descenso lento y reflexivo a la inquietud existencial que puede resultar tanto inquietante como profundamente conmovedor. Isabelle Huppert, como siempre, ofrece una actuación magistral, pero la película se eleva mucho más allá de su talento individual. Su Nathalie es un personaje complejo, casi irreal, una mujer atrapada en una especie de limbo, que se enfrenta a la pérdida de su matrimonio, la proximidad de la soledad y la incertidumbre de un futuro que, de repente, se muestra fragmentado.

La dirección de Olivier Assayas es precisa y cautelosa. No se apresura a entregar explicaciones ni a dirigir la mirada del espectador. La cámara se mantiene a menudo a distancia, observando a Nathalie de una manera impersonal, como si fuera un objeto de estudio. Este distanciamiento nos permite conectar con su estado emocional sin la necesidad de que se exponga abiertamente. La película se basa en la sutileza, en los silencios, en las miradas y en los pequeños gestos que revelan el interior del personaje. Asayas, conocido por su maestría en el uso del sonido, emplea una banda sonora minimalista que acentúa la sensación de desasosiego y fragilidad. No es música que te envuelve, sino una suerte de telón de fondo que intensifica la atmósfera.

El guion, a cargo de Jacques Lemannais, es de notable elegancia. Evita los clichés del género y se centra en la exploración de la identidad y la búsqueda de significado. La película no ofrece respuestas fáciles. En cambio, plantea preguntas sobre la naturaleza del amor, la memoria, la familia y el propósito de la vida. El ritmo, deliberadamente pausado, permite que los personajes desarrollen su personalidad y que el espectador se sumerga en su mundo interior. La relación entre Nathalie y su madre, interpretada con sensibilidad por Anne Parfaite, es un eje central de la película y una fuente de tensión y drama. La película, en su esplendor, explora la inevitable brecha generacional y el peso del pasado.

Sin embargo, “El porvenir” no está exenta de ciertos inconvenientes. La lentitud, que para algunos será una virtud, puede resultar abrumadora para otros. La falta de momentos de verdadera acción y la ambigüedad deliberada de algunos aspectos de la trama pueden dejar al espectador con la sensación de no haber comprendido completamente la película. No obstante, esta es precisamente una de sus fortalezas: no pretende ser una película fácil de entender o de digerir. Es una obra que invita a la reflexión, que se queda con la imagen y el sonido, y que persiste en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 7/10