El que recibe el bofetón (1924)

“El que recibe el bofetón” (1929) es una película melancólica y sorprendente, un drama psicológico que, a pesar de su estética de la época, aún conserva un impacto sutil y perturbador. La historia, inicialmente simple – un científico ridiculizado por un colega ambicioso y su propia esposa – evoluciona hacia una exploración profunda de la soledad, el trauma y la búsqueda de identidad, elementos que la hacen mucho más compleja y resonante de lo que aparenta a primera vista.

La dirección de George Melford es magistral en su empleo de la puesta en escena y la iluminación. La película utiliza la oscuridad y la luz de manera simbólica, representando con precisión la confusión y el aislamiento de Beaumont. La atmósfera opresiva de los escenarios de la época, combinada con la fotografía en blanco y negro, contribuye a crear una sensación de desesperación que envuelve al espectador. Melford no se limita a mostrar la historia; la envuelve en una atmósfera, haciendo que el dolor de Beaumont se sienta palpable.

La actuación de Warren William como Paul Beaumont es, sin duda, el corazón de la película. William ofrece una interpretación contenida pero increíblemente efectiva, transmitiendo la humillación, la rabia y el dolor de un hombre destrozado. Su caracterización es sutil y convincente, evitando caer en el melodrama excesivo. Sin embargo, es Norma Shearer como Consuelo quien, con su belleza etérea y su propia vulnerabilidad, aporta una dimensión emocional crucial a la narrativa. Su relación con Beaumont es una de engaño y silenciosa complicidad, generando un conflicto interno devastador y el núcleo de la tragedia.

El guion, adaptado de la obra teatral de Somerset Maugham, destaca por su ambigüedad. No se presenta un villano unidimensional; Marc McDermott es un hombre ambicioso, sí, pero también es un hombre con sus propios deseos y frustraciones. La película explora la idea de la naturaleza humana y la facilidad con la que la ambición puede corromper las relaciones. La bofetada, aparentemente trivial al principio, se convierte en un catalizador para una serie de eventos que revelan la fragilidad de las apariencias y la inevitabilidad del fracaso. El final, abrupto y ambiguo, deja al espectador reflexionando sobre la verdadera naturaleza de la justicia y la redención.

Si bien la película puede sentirse lenta por los estándares modernos, su elegancia visual y la profundidad emocional que ofrece hacen que valga la pena ser vista. “El que recibe el bofetón” no es una comedia ligera; es un drama introspectivo que explora los límites de la ambición, el costo del orgullo y la búsqueda desesperada de un significado en un mundo cruel.

Nota: 7/10