El quinto elemento (1997)

“El quinto elemento” de Luc Besson es una experiencia cinematográfica radicalmente distinta, una explosión visual y sonora que, a pesar de su extraña premisa, se mantiene sorprendentemente coherente y cautivadora. La película no se limita a ser una simple aventura; es, en esencia, una oda a la diversidad, la libertad y el potencial ilimitado del espíritu humano. Besson, conocido por su estética vanguardista, despliega aquí una puesta en escena absolutamente deslumbrante, dominada por colores saturados, diseñados escenarios futuristas y una coreografía de acción que desafía la lógica convencional.

La historia, aunque aparentemente sencilla – un guerrero del futuro (Bruce Willis) debe evitar la destrucción del Universo – se sirve de una narrativa fragmentada y llena de simbolismo. La película evita la linearidad, optando por una construcción de personajes en la que las motivaciones son complejas y las relaciones se desarrollan de forma orgánica. Sin embargo, el guion, escrito por Besson y Henri-Jean Renault, a veces se diluye en divagaciones que, aunque visualmente estimulantes, pueden frustrar la comprensión del espectador. La trama, aunque ingeniosa, podría haber beneficiado de una mayor claridad en la presentación de las reglas de este universo multidimensional.

Las actuaciones son excepcionales. Bruce Willis, lejos de su habitual arquetipo de héroe de acción, ofrece una interpretación sutil y profundamente conmovedora como Korben Dallas, un mercenario que, de repente, se encuentra obligado a asumir un rol trascendental. Gary Oldman, como el Mago Rasputín, es simplemente magistral, con una presencia imponente y una transformación física y emocional asombrosa. Uma Thurman, como Leeloo, encarna la inocencia, la fragilidad y la fuerza interior de una manera que la convierte en un personaje inolvidable. La química entre todos los actores es palpable, contribuyendo a la autenticidad de las emociones que se exploran.

Visualmente, “El quinto elemento” es una obra maestra. La dirección de arte, la banda sonora de Herbie Hancock y los efectos especiales, aunque datados desde una perspectiva moderna, fueron revolucionarios para la época. La película se siente como un viaje a un mundo creado con una intensidad casi palpable. Más allá de la acción y los efectos especiales, se percibe una profunda reflexión sobre la humanidad, la responsabilidad y la interconexión de todas las cosas. Es una película que te obliga a pensar y sentir, y que te deja con una sensación de asombro y esperanza. Es un testamento del poder de la imaginación y de la capacidad del cine para trascender las barreras de la realidad. No es solo una película de acción, es una experiencia.

Nota: 8/10