“El Regreso” (The Return), de Ragnar Kaminski, no es una película que te entretiene en el sentido tradicional. Más bien, es una experiencia que te obliga a estar presente, a concentrarte en el silencio, en la atmósfera opresiva que se filtra a través de la pantalla y que se instala en la mente del espectador. La película no se basa en sustos fáciles ni jump scares. En cambio, se construye a partir de una sensación de inquietud persistente, de que algo terrible está a punto de suceder, incluso cuando nada parece moverse. Esta es, sin duda, una de las mayores fortalezas de la cinta: su capacidad para generar tensión psicológica, un elemento que raramente se ve en el género de terror moderno.
La dirección de Kaminski es meticulosa y evocadora. La película se siente como una fotografía en movimiento, con planos largos, composiciones cuidadosas y una paleta de colores apagada que refleja la desesperanza y el aislamiento de Joanna. El uso de la luz y la sombra es especialmente efectivo, creando una sensación de inminente peligro. La película se desarrolla principalmente en la casa de la familia de Joanna, una construcción victoriana lúgubre y aislada, que se convierte en el principal escenario de la historia y, de alguna manera, un personaje más. El encuadre, a menudo con vistas a la naturaleza salvaje y desolada que rodea la casa, refuerza la idea de que Joanna está atrapada en un ciclo de dolor y culpa.
Sarah Michelle Gellar ofrece una interpretación sorprendentemente sutil y comprometida como Joanna. Lejos de su papel en "Buffy", aquí se aleja de los clichés heroicos y se sumerge en la vulnerabilidad y la fragilidad de una mujer atormentada. Su actuación transmite el peso del pasado y la desesperación de Joanna con una convicción que supera con creces cualquier expectativa que se pudiera tener basándose en su anterior trabajo. La química entre Gellar y Sam Shepard, quien interpreta al padre de Joanna, es notablemente fuerte. Shepard aporta una melancolía y una sabiduría cansada que complementan a la perfección la fragilidad de su hija. La presencia de Adam Scott, como el ex-novio obsesivo, aunque relativamente breve, también sirve para intensificar la sensación de incomodidad y la amenaza latente.
El guion, coescrito por Kaminski y Michael Hansen, es inteligente y deliberadamente lento. No intenta explicar los misterios del pasado de manera rápida. En lugar de ello, se centra en los detalles, en las conversaciones sutiles, en los gestos y las miradas que revelan lentamente la verdad. Hay cierta frialdad en la forma en que se desentraña la historia, lo que, aunque puede frustrar a algunos espectadores que buscan respuestas inmediatas, añade una capa de complejidad y realismo a la narrativa. La película no busca resolver todos los problemas de Joanna de forma inmediata; la resolución, cuando llega, es orgánica y, quizás, incluso dolorosa. Es una película que plantea preguntas más que da respuestas definitivas.
En definitiva, “El Regreso” es una experiencia cinematográfica compleja y perturbadora. No es para todos los gustos, pero aquellos que disfruten de películas que exploran la oscuridad de la mente humana y que se centran en la atmósfera y la tensión psicológica, sin duda apreciarán esta obra de Kaminski. Es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar.
Nota: 7.5/10