El regreso de los muertos vivientes (1985)

“El regreso de los muertos vivientes” (1985) no es, como a menudo se dice, simplemente una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Aunque posee elementos esenciales que la convirtieron en un clásico instantáneo, es una obra que merece ser analizada con una mirada más atenta y crítica. Dirigida por Dan O’Bannon, guionista de “La Noche de los Muertos Vivientes” original, la película es, en esencia, una secuela que se presenta como una especie de “verdad” alternativa, un relato oculto que desafía la narrativa oficial de la película original. Esta premisa, al principio, es lo que más atrae la atención y lo que, sin duda, justifica su reestreno tras décadas. Pero, al final, se revela como un ejercicio de tensión metacinematográfica que, aunque ingenioso, no alcanza la profundidad que podría haber tenido.

La dirección de O’Bannon, influenciada por la estética de John Carpenter y la atmósfera lúgubre de Stanley Kubrick, es meticulosa y eficiente. La película está llena de planos largos y contemplativos, que crean una sensación de claustrofobia y desasosiego. La iluminación es clave, con el uso frecuente del negro y el verde, que intensifica la sensación de peligro inminente. No obstante, a veces la narrativa se arrastra un poco demasiado, y la falta de acción directa, aunque estilizada, puede resultar frustrante para algunos espectadores modernos. El efecto visual del gas zombie es, sin duda, impactante en su momento, y aún hoy en día, se aprecia la intención de crear un terror visceral, pero la ejecución no es la más refinada.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de David Lee Loomis como Frank, un personaje frío, desconfiado y, a su vez, profundamente afectado por los eventos que presenció. Su lentitud y el distanciamiento que mantiene con Freddy (Bill Murray) crean una tensión constante, impulsando la narrativa. Murray, en su papel de aprendiz, ofrece un alivio cómico necesario, aunque su personaje, en general, es algo unidimensional. El elenco secundario, compuesto por jóvenes universitarios, aporta un elemento de vulnerabilidad y autenticidad, haciendo que sus muertes, aunque horripilantes, tengan un impacto emocional real.

El guion, aunque elogiable por su concepto y su intriga argumental, no es la fortaleza de la película. La premisa de que la “Noche de los Muertos Vivientes” original fue un engaño es original y provocadora, pero el desarrollo de la historia es algo irregular. La interrupción de la película para mostrar la conversación entre Frank y Freddy resulta a veces artificial y diluye el ritmo. Además, el elemento de metacinema, que intenta desmitificar el propio género de terror, se siente un poco forzado y no aporta una nueva perspectiva significativa al tema. El clímax, aunque visualmente impactante, carece de la intensidad dramática que podría haber tenido. La forma en que se presentan las muertes también se siente un poco genérica, aunque las imágenes sean efectivas.

En definitiva, “El regreso de los muertos vivientes” es una película interesante y provocadora, que merece ser vista por los aficionados al cine de terror y por aquellos que buscan una perspectiva alternativa sobre una de las películas más influyentes del género. Sin embargo, no es una obra maestra y su valor reside más en su concepto original que en la calidad de su ejecución.

Nota: 7/10