“El Regreso de los Niños del Ferrocarril” es, en su esencia, una película de nostalgia y de anhelo. Sin embargo, a pesar de su premisa conmovedora y la belleza visual de las fotografías de la Inglaterra rural, la película se siente, en ocasiones, como si se ahogara bajo el peso de sus propias buenas intenciones. La historia, centrada en un grupo de niños evacuados a un pequeño pueblo de Yorkshire durante la Segunda Guerra Mundial y un joven soldado que también está lejos de casa, posee un potencial narrativo considerable, pero se le escape el ritmo y la profundidad emocional que podría haberla elevado a la categoría de un drama histórico realmente impactante.
La dirección de Andrew Haigh es notable por su meticulosidad y su capacidad para evocar la atmósfera de una época. La fotografía, en particular, es exquisita. Las escenas que muestran la vida cotidiana en el pueblo, desde los campos de trigo hasta el bullicio del pequeño mercado, están pintadas con una delicadeza que captura la luz y el color de la Inglaterra de posguerra. Sin embargo, a veces, este enfoque en la estética visual eclipsa el desarrollo de los personajes y la trama. El director se centra demasiado en la belleza de la imagen, lo que puede resultar en escenas prolongadas que, aunque visualmente agradables, no avanzan significativamente la narrativa.
Las actuaciones son, en general, sólidas. El joven Henry (Thomasin McKenzie) es el corazón de la película, y McKenzie ofrece una interpretación madura y vulnerable que transmite la soledad y la incertidumbre de un niño en un mundo que se ha derrumbado. El actor que interpreta al soldado, Jamie Dornan, aporta una calma y una melancolía al personaje, pero su actuación, aunque respetable, carece de la chispa necesaria para generar una conexión emocional profunda con el público. El resto del elenco infantil es competente, pero muchos de ellos parecen carecer de la química y la complejidad emocional necesarias para elevar las escenas en las que participan.
El guion, aunque plantea algunas preguntas interesantes sobre la pérdida de la inocencia y el impacto de la guerra en la infancia, se siente a menudo superficial. Los diálogos, en su mayoría, son expositivos y directos, evitando la sutileza y el subtexto que podrían haber enriquecido la historia. La trama, además, avanza a un ritmo lento, con escenas que se prolongan innecesariamente y que, en algunos casos, parecen diseñadas más para generar un efecto sentimental que para avanzar en la historia. Si bien la película toca temas importantes como la amistad, la pérdida y el trauma, no logra explorar estos temas con la profundidad y el matiz que merecen. La película se siente, en definitiva, como un ejercicio de nostalgia bien ejecutado pero emocionalmente distante.
Nota: 6/10