El reino animal (2023)

“El Reino Animal” no es la distopía post-apocalíptica que muchos esperábamos, pero sí una experiencia visceral y perturbadora que nos obliga a confrontar la fragilidad de la humanidad y la naturaleza del monstruo, tanto físico como moral. La película, dirigida por Martin Rivers, se aleja del espectáculo visualmente grandioso y opta por una atmósfera opresiva, una lentitud deliberada que refleja la desesperación y el miedo que invaden el mundo transformado. La película se centra en François, interpretado con una conmovedora vulnerabilidad por parte de Matthias Klein, un hombre atrapado en una lucha desgarradora por salvar a su esposa, Chloé (interpretada con una belleza melancólica por Sofia Dubois), víctima de una transformación gradual que la convierte en un lobo. Esta elección, lejos de ser gratuita, es el núcleo de una reflexión profunda sobre el amor, la identidad y la pérdida de lo humano.

La dirección de Rivers es meticulosa en su construcción del mundo. No se trata de efectos especiales ostentosos, sino de pequeños detalles que comunican el caos y la devastación. La ropa desgarrada, la comida en descomposición, las calles vacías y, sobre todo, la mirada de los "animalizados" – aquellos que han perdido su humanidad – son mucho más impactantes que cualquier monstruo digital. La película construye un mundo creíble, no por su grandiosidad, sino por su sutil pero efectiva representación de una sociedad colapsada. La fotografía, en tonos grises y azules, acentúa la sensación de frío y desesperanza, reforzando la angustia que se siente a lo largo de la película.

La actuación de Klein es brillante. Su interpretación de François es magistral, transmitiendo no solo el dolor paterno, sino también la desesperación y la determinación de un hombre que se niega a rendirse. Dubois, por su parte, ofrece una interpretación conmovedora, mostrando la transformación física de Chloé con una sutileza que evita caer en lo melodramático. Sin embargo, es la interpretación de Émile (interpretado por el joven Leo Dubois) la que realmente destaca. Su personaje, un adolescente enfrentado a la pérdida de su madre y la creciente alienación de su mundo, aporta un contrapunto emocional y ofrece una mirada fresca y honesta sobre la experiencia de la transformación.

El guion, coescrito por Rivers y Amelia Hayes, es a veces lento, incluso pausado, pero se compensa con diálogos penetrantes y situaciones que desafían al espectador a cuestionar sus propios valores. La película no ofrece respuestas fáciles y, en su lugar, se centra en explorar las consecuencias morales de la transformación. La creciente paranoia y la brutalidad que surgen en la sociedad “animalizada” son retratadas con una crudeza que puede resultar perturbadora, pero es esencial para comprender la magnitud del desastre. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor profundidad en la explicación del origen de la mutación, dejándola ligeramente ambigua y, para algunos, frustrante. A pesar de esto, la película se erige como una inquietante alegoría sobre la naturaleza humana y el precio de la supervivencia.

Nota:** 7/10