“El reino de Dunark: El don de la serpiente” es una incursión tentadora en el universo de fantasía oscura, pero que, a pesar de sus ambiciones, no logra consolidarse como una joya. La película, dirigida por Chris Weild, se presenta como un preludio con mucho potencial, y aunque ofrece momentos de brillantez visual y una atmósfera intrigante, su ejecución carece de la profundidad y la complejidad que se esperaría de un relato tan prometedor.
La película se centra en Dina (Thomasin McKenzie), una joven marcada por un linaje familiar problemático y un poder oculto que la obliga a enfrentarse a su padre, Shamer (Ben Whishaw), un Blackmaster cuya manipulación de la realidad es tan efectiva como aterradora. La premisa, la hereditaria de un poder que revela los secretos más íntimos y, a la vez, se convierte en una amenaza, es fascinante. Sin embargo, el desarrollo de esta relación central, entre madre e hijo, no alcanza la profundidad necesaria. Whishaw, a pesar de su notable presencia, se ve limitado por un guion que prioriza la acción sobre la exploración emocional. Se entiende su papel como figura paterna ambivalente, pero la película no profundiza lo suficiente en las razones detrás de su comportamiento.
La dirección de Weild logra crear un mundo visualmente rico y cautivador. Dunark es una ciudad opresiva, con una arquitectura gótica y una iluminación sombría que evocan una sensación constante de inquietud. Los efectos visuales, especialmente en las escenas que involucran la capacidad de Shamer para proyectar ilusiones, son impresionantes. Aún así, la estética no compensa las deficiencias narrativas. La banda sonora, que alterna entre melodías melancólicas y ritmos intensos, complementa la atmósfera, pero a veces se siente excesivamente presente, interrumpiendo el flujo de la película.
McKenzie ofrece una interpretación sólida como Dina. Su personaje evoluciona a lo largo de la trama, y se nota su creciente desesperación y determinación. Sin embargo, el guion a veces se apoya demasiado en la acción para mantener el interés del espectador, relegando a Dina a un papel secundario en sus propias luchas internas. La trama principal, centrada en la búsqueda de un artefacto mágico, se siente un tanto predecible y carece de giros inesperados. Los villanos, aunque interesantes en su concepto, carecen de la profundidad necesaria para convertirse en amenazas reales. La película se centra demasiado en la acción, descuidando el desarrollo de personajes secundarios y la exploración de temas como el poder, la verdad y la responsabilidad.
En definitiva, "El reino de Dunark: El don de la serpiente" es una película visualmente atractiva pero narrativamente desigual. Si bien ofrece momentos de fascinación y destaca el potencial de su mundo, la falta de profundidad en el desarrollo de los personajes y la trama limita su impacto. Se deja con la sensación de que podría haber sido mucho más.
Nota: 6/10