“El Retorno de los Brady” no es una película que busque reinventar el género familiar, ni mucho menos. Es, en esencia, una oda nostálgica a las décadas de los 80 y 90, un regreso a un tiempo donde las televisiones eran gigantes, las excursiones eran épicas y las familias eran, bueno, más unidas. Y, debo admitir, logra ese objetivo con una ternura y una indulgencia que es, en cierto modo, deliciosa. La película se mueve con un ritmo pausado, permitiendo que la premisa –la repentina aparición del primer marido, Roy, de Carol Brady– se desarrolle con naturalidad, evitando los giros argumentales que podrían haberle dado un aire artificial.
La dirección de Ron Howard es, como cabría esperar, segura y competente. Howard, un maestro en el género familiar, sabe cómo evocar un ambiente de optimismo y felicidad, utilizando la fotografía y la banda sonora para reforzar esa sensación. Evita el sentimentalismo excesivo y, sin embargo, se permite momentos de calidez y conexión emocional genuina. Hay escenas, especialmente aquellas centradas en la interacción entre las tres generaciones de Brady, que son sinceras y conmovedoras, demostrando la evolución de las relaciones familiares a lo largo del tiempo. Se nota que Howard respeta el legado de la serie original, pero al mismo tiempo, crea una narrativa fresca y en marcha, apropiada para una nueva generación de espectadores.
El reparto es, en general, excelente. Gary Cole ofrece una interpretación sólida como el misterioso y algo turbio Mike, un hombre que busca recuperar la confianza de Carol, aunque sus motivaciones no siempre sean claras. Tim Matheson, por su parte, transforma a Roy en un personaje complejo, atrapado entre el deseo de volver a conectar con su ex esposa y el miedo a enfrentarse a las consecuencias de sus acciones pasadas. Shelley Long, como siempre, aporta una presencia encantadora y natural a Carol, mostrando tanto su vulnerabilidad como su espíritu indomable. La inclusión de los actores originales de la serie, como Chris Devlin (Peter Brady) y Eve Plumb (Jan Brady), es un guiño nostálgico que, sin duda, resultará muy apreciado por los fans de origen. Aunque algunas actuaciones son más prominentes que otras, la dinámica del grupo se siente auténtica, alimentada por las memorias compartidas de décadas pasadas.
El guion, aunque no es particularmente innovador, se basa en la premisa de manera efectiva. La trama se centra en la búsqueda de Carol y la persecución a través de Hawái, ofreciendo momentos de humor ligero, aventura y pequeños desafíos que mantienen al espectador enganchado. El ritmo relajado y la ausencia de complicaciones complejas permiten que los personajes se desarrollen de manera orgánica, mostrando sus fortalezas y debilidades. Sin embargo, a veces la trama se siente un poco predecible y las resoluciones, aunque satisfactorias, carecen de una profundidad sorprendente. Se podría haber explorado mejor el trasfondo de Roy, profundizando en las razones que le llevaron a desaparecer y en su relación con Carol.
Nota: 7/10