El retrato de Dorian Gray (2009)

“El Retrato de Dorian Gray” es una adaptación visualmente impresionante y, a pesar de algunos tropiezos, que revivifica un clásico de la literatura gótica. La película, dirigida con una sensibilidad que recuerda a la obra de Henry James, no se limita a ser una simple retransmisión de la novela de Oscar Wilde, sino que ofrece una interpretación moderna y, en muchos aspectos, más inquietante. La película se centra en la transformación moral y física de Dorian Gray, un joven de belleza excepcional que, tras su aislamiento en el campo, es seducido por el hedonismo y la superficialidad de la vida londinense por parte de Lord Henry Wotton (interpretado magistralmente por Colin Firth). Firth, con su encanto sutil y su capacidad para infundir cinismo, no solo representa el mentor corruptor, sino que es el catalizador de la ruina de Dorian.

La dirección de fotografía es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. El uso del color, especialmente el contraste entre la palidez casi irreal de Dorian y la oscuridad creciente del retrato, es especialmente efectivo. Las escenas nocturnas, filmadas con una atmósfera densa y opresiva, son particularmente memorables y contribuyen a la sensación de decadencia y desesperación. La película se sumerge en el Londres de finales del siglo XIX, un lugar de contrastes abismales, donde la opulencia y la miseria coexisten, reflejando la moral ambigua del protagonista. La paleta de colores, por tanto, es un elemento narrativo en sí mismo, amplificando los sentimientos y las transiciones del personaje.

Ben Barnes, como Dorian Gray, entrega una interpretación creíble y conmovedora. No se limita a la belleza superficial que define al personaje; captura la fragilidad emocional y la creciente desesperación de un joven consumido por su propia ambición y su miedo a envejecer. Su evolución, desde la inocencia juvenil hasta la amargura y el horror, es palpable y, a menudo, desgarradora. Sin embargo, la película podría haber profundizado un poco más en la compleja relación entre Dorian y Basil Hallward (Ben Chaplin), el pintor amigo que, paradójicamente, es el único que realmente ve el verdadero horror de la situación. La química entre ambos actores, aunque presente, podría haber sido más explotada para añadir más peso emocional a la historia.

El guion, adaptado de la novela de Wilde, se mantiene fiel a la esencia de la obra original, explorando temas como la belleza, la juventud, la moralidad, el pecado y las consecuencias de la búsqueda de la inmortalidad. Sin embargo, algunas decisiones narrativas, particularmente en relación con la aceleración del deterioro moral de Dorian, podrían haberse manejado con mayor sutileza. La película no rehúye la oscuridad de la historia, pero, en algunos momentos, se siente un poco apresurada en su ritmo, dejando la oportunidad de un examen más profundo de la psicología del protagonista y del impacto de sus actos en su entorno. A pesar de estas pequeñas imperfecciones, “El Retrato de Dorian Gray” es una película visualmente atractiva y emocionalmente resonante, que revitaliza un clásico literario con una sensibilidad contemporánea.

Nota: 7/10