“El Rey David”, la reciente adaptación de la historia bíblica, se presenta como un drama épico con la ambición de explorar los orígenes del reino más poderoso de Israel. Si bien la película ofrece una visualización impactante de batallas y paisajes, se queda, en última instancia, justilla por no profundizar lo suficiente en la psicología de sus personajes, lo que limita su capacidad para ser considerada una obra realmente trascendente. La dirección de Kevin Hand, aunque competente, no logra transmitir la intensidad emocional inherente a la narrativa.
La película se centra, como es lógico, en la anécdota de la lucha entre David y Goliath. La representación de este duelo, con efectos visuales efectivos y una coreografía de movimiento que evoca la fuerza bruta, es probablemente el punto fuerte del film. Sin embargo, la historia se construye, en gran medida, en torno a este único episodio, relegando gran parte del desarrollo de David como rey y líder a un segundo plano. La película no se atreve a indagar en las complejidades de su transición al poder, la presión que siente al asumir un rol que no le ha sido entregado por la voluntad divina, o la lucha interna que enfrenta entre su juventud, su valentía y las responsabilidades de gobernar un pueblo. La figura de Saul, el rey anterior, es tratada de forma reduccionista, presentado casi como un simple antagonista, sin explorar las razones de su celos y su incapacidad para comprender la grandeza de David. Esto resulta en un antagonista unidimensional, carente de matices que hubieran enriquecido la dinámica entre ambos personajes.
Las actuaciones son generalmente sólidas, aunque con algunos matices. Tom Brodie, como David, transmite la juventud, la determinación y la vulnerabilidad del joven rey. No obstante, su interpretación, por cautelosa que sea, no alcanza a captar la complejidad que se podría esperar de un personaje tan significativo en la historia religiosa. Paul Benjamin, en su papel de Saul, ofrece una interpretación correcta, pero tampoco se arriesga a profundizar en la fragilidad psicológica del rey, convirtiéndolo en una caricatura del gobernante celoso. Otros actores secundarios contribuyen a dar vida al mundo del relato, aunque sus roles son, en general, prescindibles.
El guion, aunque respetuoso con la fuente original, carece de la profundidad y el desarrollo que necesitaba para convertir la película en algo más que un relato de acción y batallas. La trama se siente apresurada y se concentra en los eventos más superficiales de la vida de David. La película no ofrece una reflexión significativa sobre temas como la fe, la justicia, el poder o la responsabilidad. En lugar de explorar la esencia de la historia, se limita a reproducir los acontecimientos más conocidos, sin aportar ninguna nueva perspectiva ni reinterpretación. La resolución del conflicto entre David y Saul, aunque visualmente impactante, se siente un tanto forzada y poco convincente.
Nota: 6/10