El rey del juego (1965)

“El rey del juego” (The Hustler) es mucho más que una simple película sobre póker. Dirigida con una maestría silenciosa por Robert Rossen, esta joya cinematográfica de 1961, encapsula una mirada oscura y fascinante sobre la ambición, la lucha y la degradación de la dignidad humana en la búsqueda del éxito. La película no solo nos presenta un juego de cartas, sino que lo utiliza como un metrónomo que marca el ritmo de una historia profundamente humana y con una complejidad sorprendente.

La dirección de Rossen es sublime. Evita el melodrama barato que a menudo acompaña a historias de apuestas, optando por una economía visual y narrativa impecable. La iluminación, a menudo tenue y evocadora, juega un papel crucial, contribuyendo a la atmósfera de tensión y melancolía que impregna la película. La fotografía de Archie Stout, con su uso magistral de la luz y la sombra, refuerza la sensación de claustrofobia y desesperación que experimenta el protagonista. Se nota una fuerte influencia del cine neorrealista, pero Rossen la adapta perfectamente al contexto americano de la época, aportando un realismo brutal pero también una sensibilidad innegable.

La actuación de Donald Sutherland como Eddie Florida es simplemente extraordinaria. Sutherland transmite con una sutileza y una vulnerabilidad impresionantes la transformación de un joven con talento pero sin brújula moral en un juego donde la ambición desmedida puede destruir incluso al más prometedor. Su evolución, desde el tímido y modesto jugador hasta el despiadado “Robinson”, es el núcleo emocional de la película. Pero la película no se queda en la actuación del protagonista. Martin Balsam como el “Robinson” de la historia ofrece una interpretación igualmente convincente, personificando la mezquedad y la corrupción que pueden surgir de la ganancia material. Asimismo, las secundarias interpretaciones, como las de Paul Henreid y Linda Fiorentino, son sólidas y contribuyen a la riqueza del universo cinematográfico.

El guion, adaptado de la obra teatral “The Cooler” de Carl Van Doren, es una de las mayores fortalezas de la película. Más allá de la trama de póker, la historia explora temas universales como la identidad, la soledad, la búsqueda de la aceptación y el precio que estamos dispuestos a pagar por alcanzar nuestros sueños. La película no glorifica el juego, sino que lo presenta como una prisión mental donde los personajes se pierden y se autodestruyen. El ritmo narrativo es excepcional, alternando momentos de intensa tensión en las mesas de póker con escenas íntimas que revelan la psicología de los personajes. El diálogo es perspicaz y lleno de matices, reflejando la ambigüedad moral de la situación y la desesperación de aquellos que se ven atrapados en su danza de apuestas.

En definitiva, “El rey del juego” es una película atemporal que trasciende su género. Es una obra maestra del cine negro que sigue siendo relevante hoy en día gracias a su poderosa historia, sus actuaciones memorables y su dirección impecable. Es una reflexión sobre la naturaleza humana y una denuncia del vacío existencial. Una película que te obliga a pensar y a sentir.

Nota: 9/10