El ritual (2017)

“El ritual” (The Ritual, 2017) no es una película de terror convencional, y esta es precisamente su mayor fortaleza. Director David Lowery se aleja del jump scare fácil y de las muertes rápidas para ofrecer una experiencia perturbadora, atmosférica y profundamente inquietante que se instala lentamente en la mente del espectador. La película se centra en un grupo de amigos universitarios suecos que, tras la trágica muerte de uno de ellos, se adentran en los bosques para un viaje de honor, un intento de encontrar consuelo y redención. Sin embargo, lo que encuentran es mucho más oscuro y amenazante de lo que jamás podrían haber imaginado.

La dirección de Lowery es magistral. Utiliza la cinematografía para crear una sensación palpable de aislamiento y desorientación. Los planos largos, la fotografía en tonos apagados, las vastas extensiones boscosas y los movimientos de cámara lentos contribuyen a una atmósfera opresiva que te envuelve desde el principio. No hay persecuciones frenéticas ni sustos repentinos, pero sí una sensación constante de que algo no está bien, un presagio inminente que se cierne sobre el grupo. El bosque, en sí mismo, se convierte en un personaje principal, un espacio ancestral y peligroso que parece resistirse a la presencia de los hombres. Lowery no busca el gore; busca la amenaza psicológica, la sensación de que algo antiguo y maligno se ha despertado.

Las actuaciones son sólidas. Lo que realmente destaca es la evolución de los personajes a lo largo de la película. Cada uno de ellos, interpretado con matices por Nicolas Holt, Rafe Spall, Richard Jenkins y William Topauer, lleva consigo sus propios demonios internos, sus traumas y sus miedos. A medida que se adentran en el bosque, sus personalidades se distorsionan, sus relaciones se deterioran y sus miedos se intensifican. La tensión no se basa en gritos, sino en el silencio, en las miradas furtivas, en las reacciones sutiles que revelan el creciente pánico. Jenkins, en particular, ofrece una interpretación notable, logrando transmitir la vulnerabilidad y el temor de un hombre ante lo desconocido.

El guion, adaptado de un relato corto de Lowery, es inteligente y evocador. La trama, aunque sencilla en su planteamiento, se desarrolla con sutileza y profundidad. Los flashbacks que revelan el pasado de uno de los personajes, particularmente la relación con el difunto, añaden una capa de complejidad emocional a la historia. La película explora temas como el duelo, la amistad, el trauma, la culpa y el poder de la naturaleza. El ritmo es pausado, deliberado, lo que permite que la tensión se acumule gradualmente, culminando en un clímax que es tanto visualmente impactante como emocionalmente resonante. La ambigüedad en la resolución, que deja abierta la interpretación sobre la verdadera naturaleza de la amenaza, es una decisión acertada que obliga al espectador a reflexionar sobre la película mucho después de que termina.

Nota: 8/10