El sacerdote (1978)

“El sacerdote” (2019) de Juan Antonio Losada no es una película que te deje con una respuesta fácil. Es, en cambio, una obra meticulosamente construida que se instala lentamente en la mente del espectador, generando una atmósfera de inquietud y desasosiego que persiste mucho después de que los créditos finales hayan rodado. La película no busca ofrecer un juicio moral claro ni una conclusión dogmática sobre la fe, sino que explora las grietas de la conciencia de un hombre en busca de respuestas a sus propias dudas.

La dirección de Losada es soberana. El uso de la luz y la sombra, la paleta cromática apagada, que se ve intensificada en los interiores de la iglesia y la casa del sacerdote, contribuye a la sensación de claustrofobia y decadencia moral. El film no recurre a un melodrama excesivo, sino que se apoya en la sutileza y la observación, mostrándonos la vida cotidiana del padre Miguel de manera realista y, a menudo, melancólica. Se nota una conexión palpable entre el director y el protagonista, transmitiendo una vulnerabilidad que es fundamental para comprender la complejidad de su conflicto interno.

La actuación de Miguel Ángel Silvestre como el padre Miguel es, sin duda, el punto fuerte de la película. Silvestre ofrece una interpretación notablemente sutil y cargada de matices. Su padre Miguel no es un villano ni un santo, sino un hombre ordinario, con sus propias contradicciones, miedos y deseos. La lentitud con la que su crisis se desenvuelve, su creciente desconcierto y, finalmente, su desesperación son transmitidos con una naturalidad inquietante. El resto del elenco, incluyendo a Adriana Ugarte como Irene, son competentes, pero no eclipsan la solidez del protagonista.

El guion, adaptado de la novela homónima de Luis Sampedro, es especialmente fuerte en su ambigüedad. Losada y el guionista, José Luis Cuerda, evitan las soluciones fáciles y las verdades evidentes. La película no juzga a Irene ni al padre Miguel; simplemente las muestra como dos individuos atrapados en una dinámica compleja, donde la atracción, el deseo y la culpa se entrelazan. La novela original, que la película adapta fielmente, se basa en un diálogo intenso entre el sacerdote y la mujer que lo atormenta, y la película captura esa esencia del debate filosófico y existencial que impulsa la trama. Se presta especial atención al detalle en la representación de la vida religiosa, no de una manera grandilocuente, sino mostrando la rutina, la disciplina, y la soledad que a menudo acompañan a la vocación sacerdotal.

A pesar de su ritmo pausado, “El sacerdote” es una película que provoca reflexión. Es una obra que no busca generar emociones fuertes, sino que invita a la introspección y al debate sobre la naturaleza de la fe, la moral y la responsabilidad personal. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que aprecien el cine que se adentra en la complejidad del alma humana, es una experiencia valiosa y perturbadora.

Nota: 8/10