El Sargento York (1941)

“El Sargento York” no es una épica de guerra grandilocuente, ni una biografía densa y pesada. Es, en lugar de eso, un retrato conmovedor y sorprendentemente sutil del hombre detrás del héroe, un hombre común atrapado en circunstancias extraordinarias. La película de Michael Winterbottom, con la dirección de Paul Thomas Anderson, se centra en Alvin York, interpretado de forma brillante por Colin Firth, y nos sumerge en su vida en una remota zona rural de Tennessee en 1918, justo en el clímax de la Primera Guerra Mundial. La película no glorifica la guerra; la muestra como un evento desorientador, brutal y, sobre todo, profundamente perturbador para un hombre que jamás había visto un rifle.

Winterbottom opta por un enfoque visual que refleja la humildad y el aislamiento de Alvin. La cinematografía de Robert Yeoman es magistral, utilizando planos largos, colores apagados y una paleta cromática que evoca la dureza de la vida rural. La película evita los espectaculares despliegues de acción típicos de las películas bélicas. En cambio, se dedica a mostrar las pequeñas rutinas de Alvin, su trabajo en la granja, sus conversaciones con su familia y su evidente debilidad por la bebida. Esta lentitud deliberada permite que el espectador se conecte genuinamente con el personaje, observando su gradual transformación. No se trata de una caída en desgracia espectacular, sino de una evolución lenta y dolorosa, alimentada por la culpa y el arrepentimiento.

Firth ofrece una actuación que es, sin duda, la mejor de su carrera. Evita cualquier teatralidad, entregando una interpretación naturalista que captura la mezcla de valentía, inseguridad y vulnerabilidad de Alvin. Su mirada, llena de dudas y anhelo, dice más que mil palabras. El resto del elenco, particularmente Shirley Henderson como Sarah, la mujer que ama, y Ben Foster, que interpreta a su amigo, proporcionan un contrapunto emocional crucial a la historia. La dinámica entre estos personajes, marcada por el amor, la lealtad y la frustración, es el corazón palpitante de la película.

El guion, adaptado de la biografía de la periodista Lois Richer, no intenta simplificar la historia. Se toma el tiempo necesario para explorar la complejidad moral de Alvin, mostrando sus errores y sus demonios internos. La película no se abstiene de cuestionar la legitimidad de la guerra, o de mostrar el impacto devastador que tiene en la vida de las personas que la soportan. Aunque la trama principal se centra en la heroicidad de Alvin y sus acciones en la batalla, la película nunca pierde de vista la humanidad de su personaje. El enfoque no está en *qué* hizo Alvin, sino en *por qué* lo hizo, y en las consecuencias que esta decisión tuvo en su vida y en la de aquellos a su alrededor.

“El Sargento York” es una película que permanece con el espectador mucho después de que termina los créditos. Es un recordatorio poderoso de que la valentía no siempre se manifiesta en el campo de batalla, y que a veces, el mayor acto de heroísmo es simplemente enfrentarse a tus propios demonios. Una película de época inteligente y emotiva, que se aleja de los clichés y ofrece una visión refrescante y conmovedora de la historia.

Nota: 8/10