El segundo nombre (2002)

“El segundo nombre” (The Name of the Rose) es una película que, a primera vista, podría parecer un drama familiar centrado en la reconstrucción de un pasado. Sin embargo, tras un comienzo lento y casi meditativo, se revela como una pieza cinematográfica de suspense psicológico con profundas resonancias filosóficas y una atmósfera inquietante que te envuelve desde el primer minuto. La película no solo narra el proceso de Daniella Logan para desenterrar la verdad sobre la muerte de su padre, sino que explora la naturaleza de la identidad, la memoria y la manipulación de la realidad.

La dirección de Francis Ford Coppola, a pesar de las críticas iniciales sobre su ritmo, se muestra magistral en la creación de un ambiente opresivo y claustrofóbico. La fotografía, con su paleta de colores oscuros y la utilización del blanco y negro, intensifica la sensación de misterio y nos sumerge en la mente fragmentada de Daniella. Coppola se aleja de su habitual exuberancia visual, optando por una estética más austera que refleja la fragilidad emocional de su protagonista. La película no busca sorprender con efectos especiales grandilocuentes; su poder reside en la sugestión y la construcción de una atmósfera que te mantiene en tensión constante.

El guion, adaptado de la novela homónima de Umberto Eco, es complejo y exigente, y la película lo aborda con un equilibrio notable. La novela, con su intrincada trama detectivesca y sus múltiples capas de significado, se ha simplificado para la pantalla, pero la esencia de la intriga y la reflexión filosófica permanecen intactas. La película plantea preguntas sobre la verdad objetiva frente a la subjetiva, sobre la importancia de la memoria y la forma en que la manipulación de la información puede distorsionar nuestra percepción de la realidad. Sin embargo, en ocasiones, la densidad del guion puede resultar un poco abrumadora, exigiendo una atención y una capacidad de análisis por parte del espectador.

Las actuaciones son sobresalientes, en particular la de Guy Pearce como Theodore Logan. Pearce ofrece una interpretación sutil pero reveladora de un hombre en cuya doble vertiente, la de un padre amoroso y la de un ser oscuro y manipulador, reside la clave de todo el misterio. Joaquin Phoenix, en su breve pero impactante aparición como el enigmático “Hombre”, aporta una presencia inquietante y un aura de peligro que se sienten en cada plano. El resto del elenco secundario ofrece interpretaciones sólidas, aunque no siempre logran destacar por encima de la fuerza de las interpretaciones principales.

En definitiva, "El segundo nombre" es una película que recompensa la paciencia y el interés. No es un thriller convencional, sino un relato introspectivo y perturbador que te invita a cuestionar la naturaleza de la verdad y la fragilidad de la memoria. Aunque su ritmo pausado y su guion denso pueden resultar desafiantes para algunos espectadores, su atmósfera opresiva, sus actuaciones sólidas y su planteamiento filosófico la convierten en una experiencia cinematográfica memorable. Se trata de una película que te queda grabada en la mente mucho después de haberla visto.

Nota: 7/10